Así se adapta el Espanyol a la nueva normalidad

Llegada a la Ciudad Deportiva Dani Jarque. Sin apearse del coche, toma de temperatura. Aparcamiento y espera. Y ahí, en el párking, el único momento de cierta distensión (sin burlar una sola pauta, eso sí), en caso de que coincidieran varios jugadores. Cada uno ante su automóvil, y a una distancia siempre prudencial respecto al resto, podían intercambiar impresiones con sus compañeros. Sin una pantalla de por medio como sí venía sucediendo en los dos anteriores meses.

Así ha sido la semana de regreso al trabajo del Espanyol, con una nueva normalidad tan extraordinaria que se antoja una anomalía. Con los futbolistas del coche al césped o al gimnasio, y de ahí de vuelta al automóvil para regresar a casa sin pasar ni por el vestuario ni por la ducha. Vestidos de entrenamiento y cargando con sus propios utensilios, botas, zapatillas, botellines de agua y, por supuesto, mascarilla y guantes, de los que solo se despojaban durante la sesión. En cuatro tandas de ocho futbolistas que se veían, que podían llegar a charlar pero no compartir un ejercicio y mucho menos acercarse y tocarse.

Entre 35 y 50 minutos duraba la parte más intensa de la sesión en esta fase de reentrenamiento de seis días, de readaptación al hábitat del futbolista y de reencuentro con el balón. De prevención de lesiones que pueden aparecer conforme la inusual pretemporada se endurezca. De cansancio terrible y de agujetas, sobre todo en los primeros días, viniendo de donde se venía: de casa, principalmente.

Este lunes, tras recibir la aprobación del Gobierno a través del Boletín Oficial del Estado (BOE), comenzará la fase de entrenamientos grupales. Incluso para el Espanyol, situado en una región sanitaria que permanece en la fase O del desconfinamiento. El desfase.