El Leganés vuelve con micro, altavoz, pero sin Szymanowski
El amplificador que ha usado Pol Lorente, preparador físico, curiosidad de la vuelta al trabajo pepinero. Los blanquiazules han retornado en turnos máximo de ocho jugadores cada uno.
La nada se rompe fácilmente. Ahí tiene el Leganés su centro de entrenamiento. La Instalación Deportiva Butarque está en un páramo a las afueras de la ciudad. El vacío la rodea. Por eso cuando la voz metálica de Pol Lorente eyectada desde un altavoz ha rasgado el ambiente, ha sido como un estruendo rajando el silencio de la rutina. Rutina anómala, claro. No es normal que el reciento permaneciera 57 días inactivo. El Covid-19 lo ha conseguido. Hasta hoy.
"Buenas tardes a todas y a todos", ha comenzado su alocución Lorente, preparador físico pepinero famoso ya por sus sesiones telemáticas online durante el confinamiento. Aquello es pasado. Tan cerca. Tan lejos. El sonido se ha proyectado desde un amplificador colocado encima de una silla en medio de los dos campos de entrenamiento.
Los ocho primeros jugadores que han completado el primer turno de esta sesión histórica no han evitado la risa al comprobar la artimaña. "Ésta no os la esperabais, ¿eh?", ha bromeado el preparador físico del Leganés, convertido en improvisado animador de un día de trabajo, pero también de fiesta. Los pepineros, por fin, han podido retornar al entrenamiento.
Tres turnos, ocho jugadores máximos y sin Szimanowski
Ha sido por espacio de casi tres horas y media. Con mucha protección y una sola ausencia. Szymanowski, capitán, no ha vuelto a pisar el césped. Calma. No es por razón vírica. El motivo es su lesión. El hispano-argentino prosigue su puesta a apunto desde casa. Así se ha ocupado él mismo de mostrarlo en sus redes sociales. El resto de sus compañeros han entrenado. En Butarque todos están limpios. Lo ha confirmado su presidenta.
Los primeros coches de los primeros ocho jugadores (Rubén Pérez, Assalé, Bryan Gil, Eraso, Óscar, Soriano, Kevin Rodriges y Marc Navarro) han atravesado el portón del recinto a eso de las 16:30. Y en ese momento han iniciado las novedades de esta nueva normalidad. Cada uno de los futbolistas, como luego el resto de sus compañeros, han dejado los vehículos en un espacio diferente señalizado por vallas del club. Desde ellos accedían. Nunca compartiendo ruta. Siempre desde un costado distinto del recinto.
Bajo la atenta mirada del inspector de LaLiga, han ocupado sus puestos iniciales. Antes ya lo habían hecho el propio Pol Lorente, Sergio Martos (readaptador) y Joseba Ituarte (preparador de porteros). Ellos han sido los encargados de distribuir por los dos terrenos de entrenamiento ocho pequeños circuitos para alternar ejercicios. Javier Aguirre no ha estado. Ha sido la ausencia técnica más llamativa.
Ayudando a los ayudantes del Vasco, también Alberto Lam (doctor), Carlos Carballo (fisio) y Jara Cuenca y Juan Domínguez (utilleros). Parte del equipo habitual con un refuerzo al que tendrán que acostumbrarse: una empleada para limpiar constantemente todo el material y en especial, los balones. Ha sido la otra imagen de la tarde.
"Cómo cuando le marcabas al Barça"
Tras unos 15 minutos de preparación (que si me bajo del coche, que si cojo mi material metido en una bolsa encima de mi silla...) la sesión ha empezado con abrazos y besos en la distancia, bromas a voz en grito ("Rubén, ahí son tiros a puerta. Como cuando metías goles contra el Barça"), jadeos de fatiga y un sol implacable. También alaridos de ánimo de un crío que, cumpliendo con el horario establecido, paseaba por una pasarela cercana junto a su padre: "¡Vamos Lega!", ha alentado. Guerrero, cerca de la escena, no ha podido evitar girarse. También sonreír.
Ha sucedido después del primer turno, el que ha terminado a las 17:45. A las 17:57 le ha cogido relevo el siguiente, también formado por ocho jugadores: Además del propio Guerrero, Bustinza, Cuéllar, Rosales, Recio, Roque Mesa, Ruibal y Carrillo han ocupado el espacio hasta las 18:47, cuando han empezado a aparecer los últimos miembros del último turno: Silva, Siovas, Tarín, Awaziem, Omeruo, Lombo e Ibrahim. De nuevo la misma repetición de gestos, miradas y ejercicios en la lejanía.
Sin tocarse, ni rozarse si quiera. Llevando a cada posta su balón y su botella de agua, material que Pol Lorente, con una máscarilla enfundada, ordenaba a los suyos portar en cada cambio de ejercicio. Y todos los dirigía con el micrófono y el altavoz. Únicas anomalías que se han atrevido a romper la nada en la que hoy, el Leganés, ha retomado la rutina de una nueva normalidad.