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Assalé, esperanza fugaz del Leganés

El delantero fue señalado por el público como salvador tras las marchas de Braithwaite y En Nesyri. Apenas ha jugado y justo cuando empezaba a despuntar, la Liga se paró.

Assalé, esperanza fugaz del Leganés
JUAN AGUADODIARIO AS

Puso el pie sobre Butarque en un frenético esprint con Javier Aguirre como testigo más cercano y el público se alzó en un aullido de esperanza. Acababa de entrar en el césped Roger Assale, pero el respetable entendía aquel gesto deportivo (una sustitución mundana más) como un asunto revelador. La llegada de un nuevo mesías para rescatar al Leganés tras la pérdida de los dos anteriores salvadores, de En Nesyri y Braithwaite. El retumbar de palmas se perdió casi con la misma celeridad con la que aquel chaval de 26 años, 167 centímetros y piernas potentes jugó su único partido ante su nueva parroquia. Ocho minutos contra el Betis de aquel duelo disputado el 16 de febrero.Tras aquello, nada más.

Eso será todo lo que seguramente haya podido competir este atacante veloz con el respetable pepinero contemplándole in situ. El Covid-19 lo ha congelado todo. Para cuando el deshielo estival rescate los partidos, las gradas ya sólo serán una colección de asientos huecos. Orfandad que puede durar hasta 2021. Veremos si entonces Assalé (con opción de compra obligatoria si hay permanencia) sigue en Leganés. Veremos si para cuando eso suceda su herencia de esperanza ha crecido o ha quedado en anécdota del año más anómalo que jamás haya vivido el escudo del laurel.

Assalé, esperanza fugaz del Leganés
Roger Assalé

Cien minutos y una adaptación compleja

Porque Assalé aún tiene tiempo de demostrar que su incorporación no fue un fichaje más. Iba por buen camino. Hasta el parón no pudo hacer más con menos. En 100 minutos competidos (sólo Bryan Gil e Ibrahim están por debajo en tiempo competido), el ariete aún propiedad del Young Boys dejó dos buenas actuaciones (Levante y Villarreal) y dos presencias insípidas (Betis y Celta). Cuatro partidos en total en los que en tres fue forastero sin necesidad de tocar mucho el balón para generar peligro.

Contra el Levantes Aitor le sacó in extremis uno de los escasos tres remates que ha hecho como blanquiazul. Dos fueron en ese partido y el otro, ante el Betis. Frente al Celta ni remató y contra el Villarreal no le hizo falta para montar un quilombo magnífico. Contra el Submarino Amarillo, en 27 minutos sólo tocó 11 veces el balón, dio cuatro pases y provocó un penalti marca de la casa tras una arrancada de ésas que deja un reguero de briznas de césped inundando el camino. Regateó en el área y fue derribado. Óscar (previo VAR) marcó en los once metros el último gol pepinero precoronavirus. El 1-2 definitivo. 

Parecía que, por fin, ese chico que desató la ilusión en Butarque podía dar lo que de él se esperaba, aunque Aguirre insistía que había que tener cuidado, que no era un nueve y que aún le estaba costando adaptarse. No importaba. La confianza es un lenguaje universal que este chico desgloso en un breve vocabulario eficaz sobre La Cerámica.

Era el 8 de marzo y lo siguiente, la visita de Valladolid, parecía la ocasión ideal para que descorchase su talento. Para que su confianza le diera regularidad. No pudo. Maldito Covid.

Ahora, cuando el fútbol retorne (si retorna) estará por ver cómo le afectará a su musculatura tanto tiempo inactivo. Si hablar sólo en francés le limitará en el galimatías del regreso. Si se sentirá cómodo en la incertidumbre de este nuevo fútbol que veremos por las teles, no en las gradas. Mientras tanto, Assalé seguirá con el cartel provisional de esperanza fugaz. Como aquel primer esprint para presentarse ante una afición que, la siguiente vez, ya no estará ahí para verle.