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BARCELONA

Luis Suárez, una 'patata caliente'

Su trayectoria (191 goles y 108 asistencias en 270 partidos) merece tacto, pero sus 33 años y las dos últimas operaciones crean dudas: comunicarle un fin de ciclo o apostar por él un año más y priorizar Neymar a Lautaro.

Suárez celebra un gol con el Barça.
JOSEP LAGOAFP

A poco tardar, el Barça tendrá que comunicarle a Luis Suárez (24-1-1987, Salto) la hoja de ruta que tiene preparada para él. Multitud de variables se cruzan en esta, una decisión peliaguda en la que se mezclan respeto a una carrera, economía, sentimiento, planificación, oportunidad y egos.

Veamos. Suárez termina su contrato en junio de 2021, aunque el compromiso tiene un asterisco. Si el uruguayo, según una cláusula que él mismo desveló, jugase el 60% de los partidos en los que "esté disponible", ampliaría su contrato automáticamente hasta 2022. Suárez ha admitido que está preparado para recibir competencia y hasta ha recomendado vivamente el fichaje de Lautaro Martínez. Pero ese es un escenario demasiado bucólico. Mientras no se ha lesionado, Suárez ha estado a un buen nivel la última temporada y tener dos gallos peleando por el mismo sitio, no es realista. Ni rentable economicamente. Si llegase Lautaro, Suárez tendría que salir. Rumbo a la franquicia de Beckham en Miami, donde le esperan con los brazos abiertos, o a cualquier otro equipo. El Barça no puede permitirse a Suárez o a Lautaro en el banquillo, menos si pretende también fichar a Neymar.

Suárez es un caso especial. Con la excepción de la polémica operación en el menisco después del desastre de Anfield, puede decirse que se ha dejado el alma con el Barça. Pero Suárez ha sido algo más que un luchador. Un delantero descomunal que ha marcado 191 goles y ha dado 108 pases de gol en sólo 270 partidos. Ya es el cuarto máximo goleador de la historia del club con sólo seis temporadas en el Barça y ha sido el mejor socio de Messi, además de amigo, todos estos años. Su caso merecerá una sensibilidad especial.

Es cierto, no obstante, que el rendimiento de Suárez ha ido descendiendo paulatinamente. Desde la monstruosa temporada 2015-16, cuando consiguió 59 goles en 53 partidos, su producción ha ido bajando. 37 goles oficiales en el curso 2016-17; 31 en la 2017-18, 25 en la 2018-19 y, finalmente, 14 en esta, inacabada pero que no hubiera podido concluir en caso de que no hubiera irrumpido la pandemia de la Covid-19. A su descenso en las cifras, hay que sumarle dos operaciones en la rodilla en las dos últimas temporadas. El tiempo le está alcanzando.

Sin embargo, Bartomeu, vicepresidente deportivo además de máximo responsable del club, sopesa una opción. Priorizar el fichaje de Neymar, reunir a los tres amigos y tirar en el último año de mandato con la MSN además de Griezmann y Ansu como delanteros. Y en 2021, cuando Suárez cierre el ciclo, que el nuevo presidente ataque el fichaje, carísimo previsiblemente, del sucesor.

Es tan tabú el asunto Suárez que nadie ha puesto sobre la mesa una posibilidad relativamente sencilla. Que el Barça ofrezca al uruguayo para abaratar la operación Lautaro. En el Inter juega Godín, buen amigo de Suárez. En el escenario de trueque en el que está el Barça y con la creatividad que va a exigir el mercado en los próximos meses, no es descartable que se plantee la alternativa. Requeriría, eso sí, de una conversación previa con el jugador. Casos como el de Suárez o Rakitic, ganadores de cuatro Ligas, cuatro Copas, una Champions, una Supercopa de Europa o dos de España, además de un Mundial de clubes, merecen un tacto que Bartomeu deberá demostrar este verano.

Falta, además, la opinión de Messi. No ejecutiva, como él denuncia tantas veces, pero sí importante para que Bartomeu sepa qué se cuece dentro del vestuario. La voz del argentino será decisiva. Bartomeu no quiere disturbios en su última temporada en la presidencia y prefiere que el vestuario esté junto aunque el equipo envejezca un año más. A no ser que sea el mismo Suárez quien tome la iniciativa, asunto complicado y mucho más en el nuevo escenario en el que ha entrado el fútbol como el planeta, su asunto es una patata caliente en el que es mucho más sencillo fallar que acertar.