Domingo de Resurrección perico
Estamos confinados, pero vamos a conducir un Delorean y en un regreso al presente, imaginaremos lo que pasaría tal día como hoy. Cualquier parecido con la realidad es casual.
Nazarenos pericos. El Espanyol se jugaba ayer una final, otra más, en la lucha por su salvación. Y lo hacía, échale guindas al pavo que decía Imperio Argentina, ante el Betis de Rubi y en Domingo de Resurrección. Para preparar el partido, Abelardo, poco dado usualmente a las medidas paranormales que se escapen del honrado pico y pala, aceptó la sugerencia de su plantilla y montó una concentración pre partido ad-hoc. A las ocho de la mañana, la totalidad del equipo perico se presentó en la Iglesia de Santa Marina vestida de nazareno para tratar de integrarse en la procesión que cierra la Semana Santa en Sevilla. La que lleva cabo la Ilustre y Lasaliana Hermandad Sacramental de la Santa Cruz y Cofradía de los Nazarenos de la Sagrada Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora de la Aurora y San Juan Bautista de la Salle. Vestidos con los capitostes blancos, los españolistas, Wu Lei incluido, se confundieron con los 400 miembros de la Hermandad.
Emerson hace un guiño. La procesión empezaba antiguamente de madrugada, pero para que pudiera participar más gente se retrasó a primera hora de la mañana, aun así dura varias horas, lo que iba a castigar a los jugadores españolistas. Para evitar que los defensas sufrieran tanto, la zaga españolista evitó llevar el paso y se incorporó a la Agrupación Musical Virgen de los Reyes. “No hay nadie más acostumbrado que nuestros zagueros a dar la nota”, justificó Abelardo. A la hora del partido, el equipo llegó agotado, pero pleno de fe y se aprovechó de los milagros. Sigue en la lucha a pesar del partidazo de Emerson. El lateral del Betis, en un guiño a su futuro, compareció en la zona mixta con una bufanda del Barça. “Ya se sabe que en Sevilla refresca por la tarde”, se justificó.
El barro. De nuevo, confusión en la línea de llegada de la mítica carrera ciclista París-Roubaix, probablemente, la Clásica más dura del mundo. Nada más cruzar la meta del velódromo de Roubaix, la dirección de carrera tuvo que retirar a los tres primeros clasificados y pegarles un manguerazo de agua para quitar el barro de sus cuerpos y así poder identificar a los ganadores, que en el momento del esprint parecían La Cosa del Pantano.
Que me avisen. Rafa Nadal llegó ayer con sus llaves para abrir el Montecarlo Country Club de Roquebrune Cap-Marten, que no es sólo un restaurante de 14 estrellas Michelin en el que ni Rafa Nadal puede pagarse un cortado sin ampliar hipoteca, sino que además es donde entre sarao y sarao se juega a tenis el Masters 100 del Principado. Rafa ha advertido a los organizadores de que no le den mucho la brasa este año: “que me avisen el día de la final contra quien juego y así aprovecho para solucionar temas”. Nadal ha ganado este torneo sólo once veces, pero sigue tomando el café en casa.