Un mes de la derrota en Pamplona que parecía el fin del mundo
Perdía el Espanyol tres puntos y buena parte de sus esperanzas de permanencia ante Osasuna aquel 8 de marzo que hoy se antoja como de una vida anterior.
Parecía el acabose. El no va más de las desgracias. El fin del mundo en clave perica. Lo peor para los cerca de 300 seguidores (no fueron más, porque las localidades estaban muy limitadas) que habían viajado hasta Pamplona. Hace un mes, el 8 de marzo, perdía el Espanyol ante Osasuna no solo un encuentro, tres puntos, sino buena parte de sus esperanzas. Bendita inocencia.
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Cándida fue igualmente la involuntaria mano de Víctor Sánchez sobre la hora de partido que comenzó a precipitar la derrota, con un penalti que transformó sin inmutarse Roberto Torres. El detonante para ver cómo se esfumaban el resultado y las ilusiones lo produjo otra mano, esta de Diego López, portero, hasta aquí correcto, pero fuera del área. Era la segunda amarilla para el gallego, así que fue expulsado. Y como Abelardo Fernández había agotado los tres cambios, le tocó a Leandro Cabrera defender la meta. Un final esperpéntico a la altura de la clasificación del Espanyol, que se mantenía colista como durante toda la segunda vuelta pero más lejos que nunca de la permanencia, a seis puntos.
Es por ello que ya ese 8 de marzo se planteaba Abelardo una miniestadía que se acabaría concretando a media semana en Navata, para preparar a conciencia la visita al RCDE Stadium del Alavés, el domingo siguiente. Situación crítica a dos meses vista del final de la competición.
Nadie imaginaba ni por asomo que se decretaría el estado de alarma, el confinamiento, y por supuesto la suspensión indefinida de LaLiga. Ni que la patronal andaría a la greña día sí, día también con la Federación y la AFE. En efecto, de aquella derrota que parecía el fin del mundo ha pasado solo un mes, aunque se antoja una eternidad. Y el mundo siempre podía empeorar. A veces, lo que parece importante no lo es tanto, y viceversa. La tristeza es relativa.