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OSASUNA-REAL MADRID

La Liga es otra historia

El Madrid se sobrepone a la salida furiosa de Osasuna y acaba goleando. Gil Manzano debió echar a Ramos y Nacho Vidal y pitar un penalti sobre Modric. Jovic volvió a marcar. Bale, titular insignificante.

Volvió Bale y ganó el Madrid sin que tuviera que ver, en absoluto, lo uno con lo otro, porque repitió su actitud peatonal en un equipo obligado a pelear extremadamente en tierra hostil. Se hicieron largos los 70 minutos del galés en el partido a la tremenda que se esperaba. Pasan los años, cambian plantillas y técnicos, pero se repiten encuentros así entre Osasuna y Madrid, plenos de ritmo y estruendo. Al final, el corazón navarro no le hizo perder la cabeza al equipo de Zidane, rehabilitado por Modric y su entereza.

El Sadar decreta San Fermín con cada visita del Madrid a Pamplona, un chupinazo de adrenalina que dispara a Osasuna. Esta vez sonó con estrépito. A los tres minutos habían disparado tres veces los rojillos, inflados por esa atmósfera que tanto agobia al Madrid. No hay mesura en Osasuna en partidos así. No ataca, se abalanza. No defiende, devora. Incluso sin Chimy Ávila, su última bandera, lesionado para toda la temporada. Incluso cuando perdió a Moncayola, su centrocampista de referencia, a los ocho minutos, cuando sus tacos se clavaron en el césped para dañar su rodilla.

Para ese partido vietnamita eligió Zidane a Bale, quizá el único futbolista del mundo que no amenaza con marcharse sino con quedarse, con apelar a su cláusula de permanencia en lugar de la de rescisión. Sobre él vuelve de forma recurrente Zidane, quién sabe si porque para partidos donde sube el volumen necesita de su experiencia o por si de verdad cumple con el temido amago de agotar (el verbo perfecto para el caso) su contrato. La cuestión es que salió él y no Vinicius, el agitador de los dos últimos partidos.

La negligencia de Bale simbolizó la salida espantosa del Madrid, sin genio ni orden. Casemiro, que volvía para desempeñar su habitual labor policial, no pudo detener el cabezazo en plancha del central Unai García que adelantó a los navarros después de tres ocasiones osasunistas y un claro error de Bale, que recibió un gran pase en profundidad de Isco, otra de las novedades, y se dejó cazar por Estupiñán. El tren de velocidad que compró el Madrid pareció un cercanías ante el esprint del ecuatoriano, una fuente de energía para su equipo.

Frente al correr o morir de Osasuna, el Madrid tardó un buen rato en encontrar la pelota, el arma de la autodefensa. Y lo hizo ya con el marcador en contra (y pudo hacerlo en inferioridad si Gil Manzano castiga con roja un planchazo de Ramos), una sobrecarga para un equipo con notables deficiencias en el remate. Con todo, dejó ir algunas buenas ocasiones: David García y Estupiñán salvaron dos goles con Herrera fuera del marco y a Bale se le fue un cabezazo sin oposición en centro preciso de Carvajal. A la media hora se corrigió. Bale intentó un remate de izquierda que volvió defectuoso una entrada punible de Estupiñán y la pelota le cayó a Isco, que empalmó con la derecha a la red. El gol evitó la intervención del VAR, que probablemente hubiese recomendado el penalti anterior.

La remontada

El Madrid cambió desde sus laterales. Preciso e inteligente Carvajal, desbordante y explosivo Mendy. Ellos sacaron al equipo del barro y encontraron ayuda en otros jugadores llamados para el quite y sumados a la carga. El segundo gol llegó en dos cabezazos en el área que toleró Osasuna. Casemiro puso el suyo en el primer palo y Ramos, el definitivo, en la portería de Herrera. En cinco minutos el equipo de Arrasate pasó de sólido a gaseoso, en gran parte porque el Madrid, arrastrado por la sabia honradez de Modric, centrocampista de alta costura capaz de remangarse, le había ido empatando la partida de la intensidad.

La segunda mitad comenzó con lío porque Gil Manzano, con la complicidad necesaria del VAR, se tragó un penalti de Estupiñán a Modric y otra roja a Nacho Vidal, que cazó a Valverde. El doble error acabó con la concentración del Madrid y empujó de nuevo a Osasuna, que encadenó tres oportunidades muy claras. Así, acelerando y frenando, a trompicones, se mostró el equipo navarro durante todo el partido.

A veinte minutos del final se le acabó a Zidane la paciencia con Bale y metió a Lucas Vázquez, solución proletaria a un partido de mucho trabajo y que a esas alturas había vuelto a equilibrarse. El Madrid empezaba a respirar por Isco, siempre una salida en partidos de combate, y Arrasate iba reponiendo delanteros en busca de un segundo impulso. Aquello acabó con un golpe de ciencia de Benzema, que le marcó el pase a Modric y esperó, atrayendo vigilancia, hasta que Lucas acudió con el estoque y remató un partido que refuerza al líder. Luego Jovic llevó aquello a la goleada en la tarde en que el juego le pudo a la furia y a una hinchada casi invencible.