Aluminosis en el Barça
La marcha del equipo y el cambio de entrenador son la punta del iceberg de una errática política deportiva que sigue minando el edificio blaugrana.
Más allá de la actualidad del primer equipo, que se tambalea tras el cambio de entrenador, la realidad es que el edificio demuestra síntomas de desgaste. La situación a la que se enfrenta el recién llegado Quique Setién tiene su origen en una falta de política deportiva coherente y continuada en el tiempo que también se llevó por delante a Ernesto Valverde.
El problema del Barça actual está más allá de quien se siente en el banquillo del Camp Nou. Una situación que la llegada de Setién no solventará porque está muy por encima de él. La confección de la plantilla y los últimos casos de la salida de Carles Pérez, de Todibo y el canje de Alejandro Marqués por Matheus Pereira responden más a urgencias de caja que a política deportiva por mucho que desde la directiva se señale al entrenador como responsable del primer caso.
Desde la consecución del Triplete en 2015, el Barcelona se ha gastado 1.000 millones de euros en 24 fichajes, de los que sólo 10 siguen en la plantilla y de ellos únicamente tres (De Jong, Griezmann y Lenglet) han jugado más del 70 % de los minutos esta temporada. El resto (Umtiti, Dembélé, Semedo, Arthur, Arturo Vidal, Neto y Junior Firpo) no se logran consolidar como titulares.
En el otro lado, la lista de jugadores que han salido por la puerta de atrás en cinco años da pavor: Arda, Aleix Vidal, André Gomes, Alcácer, Cillessen, Denis Suárez, Coutinho, Paulinho, Yerry Mina, Malcom, Todibo, Murillo y Boateng.
Este camino errático se explica echando un vistazo a la nómina de directores deportivos que Josep Maria Bartomeu ha ido contratando y despidiendo durante cinco años sin dejar que ningún proyecto se asentara. Llegó con Zubizarreta, que apenas le duró un año porque tras la crisis de Anoeta y la sanción al fútbol base fue despedido. Durante los años de Rosell, Zubizarreta despachaba directamente con Bartomeu, que era, como ahora vuelve a ser, vicepresidente deportivo.
Tras un interín sin cubrir esta plaza en el que se ganó la Champions y se convocaron elecciones (incluso la junta gestora fichó por su cuenta a Arda Turan y Aleix Vidal en un hecho sin precedentes en la historia del club) Bartomeu confió en Robert Fernández, que tampoco pudo asentarse y fue despedido para colocar a Pep Segura, que apenas duró un año. Ahora, sus funciones las cubre el tándem formado por Abidal y Ramon Planes.
Esta manera de hacer las cosas ha llevado a que en el club los que llegan se dediquen a deshacer lo que hicieron sus predecesores. Uno ficha a Alcácer y otro lo vende, por ejemplo. Uno renueva a Marqués como opción de futuro y otro lo envía a la Juventus para incorporar a Matheus Pereira para cuadrar cuentas mientras se ficha a Rey Manaj del Albacete para jugar en el filial.
Tampoco aparece nadie dispuesto a asumir la responsabilidad de fichajes como el de Todibo, Wague o la salida de Aleñá mientras que en fútbol base las cosas no van mucho mejor y se contrató a Víctor Valdés como técnico del juvenil y se le despidió en cuanto Kluivert asumió el mando del fútbol formativo sin tener experiencia alguna en este cargo.
Ante esta aluminosis, ni Setién ahora, ni Valverde antes tienen herramientas suficientes para poder restaurar el edificio.