Cuarta victoria consecutiva de los coruñeses ante un Cádiz cuesta abajo que puede perder esta noche el liderato. Sabin Merino, segundo gol en dos partidos, decidió.
El milagro del Deportivo crece jornada a jornada a las espaldas de Fernando Vázquez.Cuarta victoria consecutiva, la permanencia en sus manos y un Riazor vibrando en la mejor entrada de toda la temporada. Y es que la euforia es normal, porque su última víctima se llama Cádiz, que llegaba como líder a A Coruña y que puede perder la corona tras 16 jornadas si el Almería gana hoy. Bache de los gaditanos, que acumulan cuatro partidos sin ganar y que no llegaron a inquietar a un Depor que ha pasado en menos de un mes de las catacumbas a ver el cielo despejado, casi soleado. Su verdugo fue Sabin Merino, un fichaje invernal que lleva dos goles en dos partidos y al que Riazor ya adora.
La primera batalla del partido fue táctica, con dos equipos con pocas ganas de dominar el juego y más felices cuando llegaban los robos y los espacios. Mucho control y rigor, tanto que en el primer tiempo los máximos sobresaltos fueron la lesión de Salva Ruiz, una ligera polémica por manos de Espino, alguna jugada de estrategia gaditana y un lejano cañonazo de Aketxe que salió fuera. Todo respeto, como esperando los de Cervera que el Depor recordase que está en descenso y los blanquiazules que el Cádiz asumiese que el liderato estaba en riesgo. Fue igual, la disciplina defensiva se impuso al riesgo de largo, quizá porque todavía quedada medio tiempo para buscar el zarpazo definitivo.
La guerra de nervios, la partida de ajedrez, continuó en el arranque del segundo acto, aunque poco a poco la intensidad fue subiendo. Algún robo más, alguna combinación más atrevida, aunque peligro real, poco. Todo casi plano, hasta que Gaku vio una grieta, o más bien la inventó para dejar solo a Sabin Merino. Mano a mano, gol, el segundo en dos partidos y carrera de época de Fernando Vázquez por la banda para que Riazor ardiese. Golpe al líder y Cervera a por todo con Pombo, Alejo y 25 minutos para darle la vuelta con un partido de nuevo guion. Dominio cadista, un Depor más encerrado y listo para sufrir. Y eso fue lo que pasó, pero sin daños, porque los balones colgados de los gaditanos no llegaron a inquietar en serio a Dani Giménez.
