Messi, harto de estar solo
Mientras él cumple su parte del trato y se le ve más comprometido que nunca como capitán, los errores individuales de sus compañeros están lastrando su sueño de ganar más títulos.
Se ha hecho común buscar la imagen de Leo Messi después de las derrotas del Barça. Casi desorientado en Roma; negando con la cabeza de un lado a otro en Anfield mientras miraba el fondo donde estaban los aficionados del Barça; atónito en Yeda después de la remontada del Atlético. Mientras Messi cumple su parte del trato y ejerce de líder los días grandes, sus compañeros cometen errores groseros que impiden engordar el palmarés del argentino y del club. Dembélé y su ridícula definición que pudo significar el 4-0 contra el Liverpool. El penoso error colectivo de concentración en el famoso córner de Alexander-Arnold. La carrera de Soler contra Alba en la final de Copa; los despistes de Umtiti, Piqué, Busquets y De Jong el jueves. La falta de carácter de un equipo que se derrite y es frágil mentalmente cuando más hay que apretar los dientes.
El rendimiento de Messi desde que lleva el brazalete hace año y medio es atronador. Le marcó la huella que le dejaron excompañeros como Puyol, Xavi e Iniesta, leyendas del club y referentes en el vestuario para el argentino. Y desde el primer día, cuando dejó un recuerdo para sus predecesores en el cargo y aquella frase de la "copa linda y deseada", se advirtió en él un cambio. Un sentido más elevado de la responsabilidad, un sentimiento de pertenencia al Barça aún más profundo, un intento por empatizar con sus compañeros y ser un ejemplo y no una vedette. Un crack que intenta dar ejemplo y darle un empujón incluso a las ovejas descarriadas como Dembélé. Y que incluso aumenta su rendimiento, algo que parecía muy difícil de por sí.
Su fantástico año pasado le dio una nueva Liga, la sexta Bota de Oro y el sexto Balón de Oro. Pero Messi quiere títulos colectivos, éxtasis de grupo. Ese miedo a perder que ha empezado a sentir este Barça de los fantasmas tiene desconcertado al argentino. Impotente, frustrado, molesto. A quien sí ha protegido Messi es a Valverde, pero el club podría terminar de cerrar ese paraguas. Messi respeta al Txingurri, aunque la sensación de frustración el jueves era enorme y su discurso resultó algo tibio. Messi quiere ganar. Se acerca a los 33 años, ya ve el final de su carrera como admitió en la entrega de su sexto Balón de Oro, y se siente todavía en la cúspide, fuerte y superior para ganar como mejor jugador del mundo que es. Por eso, empiezan a ser ya demasiadas noches en las que se siente demasiado solo cuando mira hacia atrás a sus compañeros y sólo detecta ese miedo a perder que se ha metido en los huesos del Barça.