BARCELONA-REAL MADRID

Ni el Madrid ni el VAR rematan

El Madrid pagó por falta de remate su clara superioridad sobre el Barça. Hernández Hernández se tragó dos penaltis a Varane. Partidazo de Valverde.

Bale marca un gol que sería anulado por fuera de juego de Mendy.
JESUS ALVAREZ ORIHUELA
Luis Nieto
Director adjunto. Licenciado en CC de la Información por la U. Complutense y máster en Transformación Digital y Estratégica (EOI), inició su carrera en el Diario Ya. Trabajó El Independiente y Diario 16. Llegó a AS en 1996. Ha ejercido las funciones de jefe de fútbol, redactor jefe, subdirector, director de la página web y director de Información.
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El Clásico dejó las cosas donde estaban, política y deportivamente. Seguirán adelante el conflicto catalán y el conflicto de la Liga, aunque le quedaron más ganas de celebrarlo al Barça, muy inferior en juego y no tanto en las áreas. Quedó la impresión de un Madrid más vigoroso, de más autoridad con la pelota y con un futbolista superior: Valverde. Un futbolista que no existía en septiembre. También quedó claro que el Barça está en manos de lo sobrenatural, Messi. Y lo sobrenatural no es cotidiano.

La política murió en la orilla, pero el VAR no. Al fin y al cabo no es más que sacar el error humano del césped y enjaularlo entre cuatro cristales, con más ojos, más cámaras y mejor márketing. Sólo que el tribunal de segunda instancia no tiene la coartada de la inmediatez. Estaba siendo mejor el Madrid cuando a Hernández Hernández se le fueron dos penaltis a Varane en jugadas consecutivas. Una por agarrón al intentar rematar de cabeza y otra por una plancha de Lenglet a la altura del muslo. A Hernández Hernández, canario, colegiado principal, se le marcharon en el tumulto. A De Burgos Bengoetexea, entre frame y frame. Jugadas grises, color que va y viene, que dice el protocolo. Penaltis claros, que dice el reglamento a cámara rápida, lenta o superlenta. No les extrañe que vuelva a llenársele el buzón de reclamaciones a Rubiales esta semana. Ahora de sobres blancos.

Antes de aquello, el Barça había amortiguado mucho su condición de equipo territorial. El Madrid fue a buscarle al balcón de su área y le entorpeció de verdad el primer acto de su juego, el traslado rápido de la pelota de un área a otra. Así que se perdió ese fútbol pegadizo del equipo de Valverde, que tomó la precaución de meter a Semedo como lateral presumiendo la alineación de Bale, algunos días galgo y otros tantos figurante. Busquets, la barrera natural del Barça, se quedó en el banquillo con décimas de fiebre.

Así que por lo uno, por lo otro y porque Zidane se ha entregado al cuarto centrocampista en partidos de mayor cuantía, el Madrid estuvo muy por encima en la primera parte. El francés eligió a Isco, que tiene más picante que Modric en los terrenos de la verdad. Del Madrid fue la presencia y del Barça, las apariciones. Un coro contra Messi. De una ocurrencia del argentino llegó la gran ocasión del Barça antes del descanso. Voló su pase como un dron a Jordi Alba, el mejor traductor del genio, pero el remate no estuvo a la altura del desmarque. Quedó un Barça casi a la contra, a la espalda de sus principios. Y huérfano de Suárez, el primero en la lista de desaparecidos.

De Messi a Valverde

Antes del error de Alba, el Madrid había coleccionado ocasiones desde una cuidada elaboración del juego, con Isco en máximos y con una biodiversidad de centrocampistas que hasta ahora no tenía. Eso ha traído Valverde. Eso y un disparo lejano de fabricación alemana con el que estuvo dos veces al borde del gol. Además, Piqué le sacó sobre la línea un cabezazo a Casemiro. Zidane ha atendido una vieja reclamación desde que se marchó Cristiano: los goles de los centrocampistas.

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Como aquello no cambiaba, como la pelota era abrumadoramente del Madrid, Valverde metió a Vidal, un alborotador. Para entonces, Messi había perdonado donde nunca lo hace, a dos metros de Courtois. Dudó entre el control y el disparo y no hizo ni lo uno ni lo otro. Al Barça le sobraban delanteros y le faltaba fútbol y el Madrid estaba en el polo opuesto. Lo bordaba con la muleta y lo estropeaba con el estoque. A Bale se le escapó un gol y le anularon otro, por fuera de juego de un palmo de Mendy.

A diez minutos del final, Zidane retiró a Isco y Valverde, las muletas del Madrid. Fue un intento de reimpulsar a un equipo al que se le había marchado vivo el partido. Contra lo esperado, el Madrid fue a más, dio la impresión de andar más vitaminado y murió rodeando el área del Barça. Hasta ahí le llevó su superioridad táctica y anímica. El reparto le pareció muy poco.

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