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BARCELONA

Griezmann y el maldito San Siro

El francés vuelve al estadio donde falló un penalti que pudo darle la Champions al Atlético el 28 de mayo de 2016. "Me sigo sintiendo culpable por aquello", dice en su autobiografía.

Antoine Griezmann.
JOSEP LAGOAFP

El 28 de mayo de 2016 fue uno de los días más tristes en la carrera de Griezmann. Después de ser fundamental en las eliminatorias de cuartos de final y semifinales ante Barça y Bayern respectivamente (decidió en los dos partidos de vuelta con doblete ante los azulgrana e histórico gol ante los bávaros), el francés falló un penalti en la final de la Champions contra el Madrid. Con 1-0 a favor de los blancos, conseguido en fuera de juego por Sergio Ramos, Griezmann encontró a Fernando Torres, que fue derribado por Pepe. Griezmann se enfrentó ante Keylor Navas. Su golpeo, violento, se estrelló con el larguero. Es menos recordado que, posteriormente, Griezmann lanzó en la tanda de penaltis con una tranquilidad impactante advirtiendo lo que había pasado una hora antes. Engañó a Keylor y disparó con suavidad. Fue entonces cuando miró al cielo y gritó de rabia, lamentando haber fallado el penalti que, viendo cómo se desarrolló la segunda parte, podría haberle dado el triunfo al Atlético.

Griezmann no ha vuelto desde entonces a San Siro. Y no ha llegado a otra final de la Champions. En parte, se puso en paz con la gente del Atlético con aquella Europa League conquistada ante el Olympique de Marsella en el Groupama Stadium de Lyon. Pero la Champions, como la Eurocopa, son sus dos grandes trofeos cortos que están pendientes. Parte del secreto de su fichaje de Barcelona está ahí. "Todavía me sigo sintiendo culpable por aquello. Si hubiera empatado, habríamos ganado el partido", cuenta Griezmann en su autobiografía, "Detrás de una sonrisa".

Las cosas empiezan a cambiar para Griezmann. "Hay que felicitarle, porque está sabiendo adaptarse y eso no es fácil", dijo Luis Suárez después del partido contra el Mallorca. Algo ha cambiado en las últimas semanas en la relación del tridente. Va más allá de los goles ante el Dortmund y el Mallorca y de que las parejas se hayan ido a cenar juntas. Tiene que ver con miradas, sensaciones y fútbol. A Griezmann se le ve mucho más conectado al juego, empezando a sentir el juego del Barça. Aparece en zonas calientes para asociarse con Messi, se entiende a 50 metros con Ter Stegen. Ya está conectado al juego del equipo y empezando a quitarse lastre y agoreros que anunciaban un fracaso seguro. En Milán querrá sacarse otra espina.