Doctor Cabeza: "Los poderosos dijeron que ni un duro al Atlético ni a mí; nos salvó Ruiz-Mateos"
El expresidente del Atlético (1980-1982) repasa en 'El Confidencial' su etapa al frente del club y la situación del fútbol actual: árbitros, futbolistas, negociaciones...
Alfonso Cabeza (Bubierca, Zaragoza, 1939) fue presidente del Atlético entre 1980 y 1982, tras las elecciones convocadas al dimitir Vicente Calderón, y a la vez era el director del Hospital La Paz. Se convirtió en uno de los personajes más mediáticos (y polémicos) y llegó a publicar el libro ‘Yo Cabeza’ y tuvo un programa en la radio. Cabeza ha concedido una entrevista a El Confidencial donde repasa su etapa en el club rojiblanco.
La llegada al Atlético (1980):
"Fue en una cena con amigos. Acababa de dimitir Vicente Calderón y me dijeron, en broma, que me presentase a las elecciones. Yo dije que sí, que estaría bien, sin ninguna intención de hacerlo. Pero sucedió que uno de los camareros que lo escucharon se lo dijo a un redactor de ‘Pueblo’ y al día siguiente salió publicado. Por la mañana, La Paz estaba hasta arriba de periodistas preguntándome y yo seguí vacilando y diciendo que sí, que me presentaba. La bola fue creciendo y, cuando me quise dar cuenta, ya era casi presidente, porque los otros candidatos no fueron capaces de reunir las firmas necesarias".
La situación económica del club:
"El club estaba endeudadísimo, debían en torno a 800 millones de pesetas. Esa deuda se volvió contra mí, porque luego hicimos una auditoría y se debía bastante más. Era catastrófico. Para que os hagáis una idea, estaban vendidas las almohadillas del estadio hasta el año 2008. ¡Te hablo de 1980! A mí me salvó Ruiz-Mateos. Es que yo me convertí en una persona incómoda muy pronto… Los poderosos dijeron que ni un duro al Atleti o al doctor Cabeza y lo pasamos muy mal. Yo había pedido un crédito en el Banco del Noroeste que no nos concedían, y Ruiz-Mateos, que era el dueño, me lo aprobó. Le dijo al director del banco: "A Cabeza le das lo que pida, que yo me fío de él". Me dio 60 millones, que por entonces era una cantidad considerable".
La deuda:
"Iba engordando porque Calderón tenía un crédito del Banco de Levante de 700 millones al 22%. ¡Al 22% de interés! ¡Usura! Las cuatro perras que ganábamos por la taquilla y otros conceptos no servían más que para tapar agujeros e intereses. A veces ni siquiera teníamos para pagar a los jugadores a tiempo".
Su relación con los árbitros:
"¿Cómo puede ser que un jefe de servicio de La Paz gane menos de 6.000 euros al mes y un árbitro, que son todos unos tronchamozas, ganen más de 300.000 al año? Incluso me demandaron y me procesaron. Estuve en libertad condicional y tuve que pagar 250.000 pesetas de fianza".
Con los medios:
"García me utilizó como a todos, como a un limón: me exprimió hasta sacarme la última gota y luego se fue a otra cosa. Mira, un día me dijo la SER: '¿A ti te gusta el ciclismo?'. Y me hice tres Vueltas a España. Eso era la hostia, cobrando una pasta, yendo en el coche y comiendo en los mejores hoteles del país. Acojonante cómo me lo pasé. En España no estaban acostumbrados a que alguien les dijese la verdad a la cara".
El fútbol actual:
"Está completamente 'amariconao'. Ahora juegan robots: les dicen lo que tienen que comer, lo que tienen que beber, les hacen análisis todas las semanas... Recuerdo el Atleti de cuando yo era chaval: Mújica, Riera, Aparicio, Lozano, Juncosa... estos andaban todo el día con los del Madrid de copas como si nada. ¡Ahora tómate una copa, que verás como sales en el periódico! Yo no voy al campo ahora ni de coña, me aburre terriblemente".
¿Cómo se hacían los fichajes en su época?
"Núñez y yo nos comimos una tortilla de patatas bien rica mientras cerrábamos la venta de Marcos Alonso. Era junio del 82 y debíamos dinero a todos los jugadores. Estábamos jugando los octavos de Copa del Rey contra el Barcelona: aquí habíamos ganado 1-0 y un día antes de la vuelta cerré la venta de Marcos. Cogí el cheque, me fui al Banco de la Mediana Empresa y metí 60 millones de pesetas en un maletín. Sin pasar por casa, marché rumbo a Barcelona con Rodri, el director deportivo. Llegamos unos minutos antes del partido, con los jugadores en el vestuario, entramos, abrimos el maletín y dijimos: 'A ver, por orden alfabético. Aguinaga, toma, los tres millones que se te deben. Siguiente...’. Empatamos a cero y eliminamos al Barça".
Hugo Sánchez:
"Como futbolista era muy bueno, pero como persona, un tipo insoportable. In-so-por-ta-ble. Nos lo trajimos porque la directiva del Pumas estaba harta de él y se lo quería quitar de encima. Al año yo también me lo quise quitar de encima, pero no pude, porque se me aferraba al contrato. Muy engreído. Un tipo desagradable en el trato, déspota, que era el que mejor coche y traje tenía que tener, el más macho de todos. Pero repito: un delantero sensacional. Cuando me sucedió Calderón lo vendió muy bien al Madrid".
Helenio Herrera:
"(Dije) que yo quería hacerle la autopsia para ver si tenía dentro del cerebro un rollo de papel higiénico usado. Sí que lo dije, y después lo volví a decir de José María García. Pero vamos, que ahora si le abro la cabeza a Pedro Sánchez, me encuentro lo mismo".
Salida del Atlético:
"Llegó un momento que no se podía. Primero, me sancionaron 16 meses. La Federación Española de Fútbol, que era un cachondeo. En el fútbol había muchos chanchullos por debajo, y yo era muy molesto, me hicieron la vida imposible. Iban a terminar acusándome de llevarme dinero, y dije: ¡A freír puñetas!".
Jesús Gil:
"Intentó entrar en mi junta directiva del Atlético. Pero era peligroso. Yo no me llevaba ni bien ni mal con él, el pobre se murió, si es que está muerto... dicen que está con Chávez en Venezuela ¡Coño! ¡Morirse ocho días antes de entrar en la cárcel es mucha casualidad! Murió debiéndome una cena. En una fiesta en Marbella le dije que el Atlético no iba a subir a Primera porque tenía una mierda de equipo. No subió. No me pagó la cena".
Robert Moreno:
"Un tío al que le preguntan qué nota se pone, y se da un 10... Pues chico, ya me contarás, un poco sí se te ha subido. Es como si yo salgo a decir qué guapo y qué listo soy... Pues no, lo que soy es gilipollas. Y mira que Luis Enrique tampoco me gusta, pero a Robert Moreno se le subió demasiado, se creía que era Helenio Herrera".