Brasil llama a la puerta
Un Madrid con ocho cambios liquidó a Osasuna con goles de Vinicius, entre lágrimas, y Rodrygo. Osasuna tuvo más coraje que peligro.
Se adelantan al otoño los días del plan B, que en el Madrid vienen a ser como una invitación para asomarse al futuro. Con el Atlético a la vista, ganó y descansó gracias a Vinicius y Rodrygo, un alivio para el club en tiempos de exaltación máxima a Ansu Fati. A ellos se atribuye el liderato en solitario de los de Zidane tras un partido de poca claridad y menos ocasiones. Osasuna fue un equipo molesto pero inofensivo y se encontró su primera derrota después de 16 partidos. Lo hizo todo de manual, pero le pudo el imponderable del talento individual ajeno, el de dos casi adolescentes sobre los que había comenzado a sospechar el Bernabéu.
Vivimos tiempos en que el fútbol no puede con la vida. De domingo a miércoles, Zidane cambió a ocho en el Madrid; de viernes a miércoles, Arrasate cambió a siete en Osasuna. No hace tanto (dos años en el caso del Madrid), estas cosas sólo las hacían los grandes, con mayor moderación y a partir de febrero, y prácticamente nunca los modestos, pero el calendario crece más rápido que los límites del cuerpo humano. Fue un partido de Liga con onces de primera ronda de Copa, Areola incluido, en un momento en que Courtois aún está bajo investigación. Arriesgó más el Madrid, especialmente por prescindir de Benzema, que lleva temporada y media garantizando la supervivencia de la especie con sus goles, cinco en sus primeros cinco partidos.
Más ante Osasuna, con una larga tradición en la guerrilla que se transmite de generación en generación. Salió valiente, con Cardona y Brandon muy movilizados en la presión y una predisposición general a no arreglar el pleito por la vía de la resistencia sino del combate. Y al Madrid le costó adivinar por donde agarrar el partido. Lucas y Vinicius ensancharon el equipo, pero tardaron en aparecer. Al gallego le sujetó la energía nuclear de Estupiñán. El brasileño es aún un genio inconcluso, un alborotador que empieza bien y acaba mal, tanto en el envío como en el remate. Por eso, con su gol, en disparo lejano levemente rozado por la puntera de Raúl Navas, evaporó entre lágrimas meses de angustia. No marcaba desde el 3 de febrero. A los tres minutos lo estaba intentado de nuevo. La confianza lo es casi todo en el fútbol.
Jovic no encuentra el camino
En punta jugó Jovic, que cambia el escenario de palo a palo. A diferencia de Benzema, es un delantero de bajísima participación. Sólo aparece para el remate, lo que le resta versatilidad al ataque blanco. Erró dos ocasiones clarísimas, sobre todo la segunda, con todo a favor y Rubén entregado, y le anularon un gol por fuera de juego centímetros. Un goleador sin gol es león enjaulado y al serbio el remate se le está haciendo bola. En el centro, Kroos, Casemiro y Valverde abanicaron poco el juego. En la primera mitad todo resultó confuso y monótono.
Hasta el gol de Vinicius, el Madrid había concentrado todo su fuego en un minuto, con un remate suicida de Raúl Navas que Rubén sacó en movimiento instintivo y con otro lejano pero potente de Kroos. Osasuna murió en tres cuartos de campo. Hasta ahí fue impecable, con y sin pelota, pero se desmayó en cuanto olió el área, lo que invalidó cualquier juicio sobre Areola, más allá de una salida puntual ante Cardona.
La corta ventaja del Madrid animó a Arrasate a acabar con su mejor ataque. En el intervalo de cuatro minutos metió a Chimy Ávila, Juna Villar y Roberto Torres, la academia de artillería. La respuesta de Zidane pareció menos contundente. Pieza por pieza. Rodrygo por Vinicius. Pero el recién llegado, con ficha del filial, entró desatado: templó un gran envío cruzado de Casemiro, se buscó la derecha en el área y disparó con la suficiencia de un veterano para amarrar el partido. A Osasuna no le quedó ánimo para subirse de nuevo a la pelea. Y el Bernabéu se sintió confortado por sus promesas.