EUROPEO SUB-21 | ESPAÑA 2-ALEMANIA 1
El futuro es de La Rojita
La Selección conquistó su quinta Eurocopa Sub-21 con dos golazos de Fabián (MVP de la Euro) y Dani Olmo (MVP del partido) y una enorme capacidad de sufrimiento.
Guardábamos en la memoria el gol de Maceda en la Eurocopa 84, el de Torres en la Euro 2008 o el de Puyol en el Mundial 2010. Es lógico que nos agarremos a los buenos recuerdos cuando es de los España-Alemania de lo que hablamos. Pues sumen desde ya dos nuevas postales, las de los tantos de Fabián y Olmo que sirvieron para dar a España su quinto título en la historia de la Eurocopa Sub-21. Un triunfo con el sello de nuestros mejores éxitos, el de tener al balón como el mejor amigo del hombre.
El gol de Fabián fue una delicia desde su nacimiento, con Oyarzabal sacando de zona al central Baumgartl y tocando de primera para el sevillano, hasta su finalización, con un nuevo zurdazo que lleva camino de ser marca registrada en el fútbol continental. Lo que ocurrió en ese minuto 7 no sólo fue un gol, fue un golpe que dejó a Alemania tambaleando. Porque en los diez minutos siguientes la pelota sólo tuvo un dueño, España. Oyarzabal desquiciaba a Tah y Baumgartl, Olmo exigía al máximo a Henrichs, mientras que Fabián y Ceballos ejercían de lo que son, prestidigitadores. La Rojita no era La Rojita, eran los Harlem Globetrotters.
Sin noticias de Waldschmidt, ese era el alivio para los de De la Fuente, quien había decidido apostar por el mismo once titular que destrozó a Francia en semifinales. El pichichi del campeonato (siete goles en cuatro partidos) apenas recibía y en ese escenario, Alemania dependía casi exclusivamente de Dahoud y su talento para generar juego ofensivo.
Sin embargo, el embrujo duró eso, unos diez minutos, porque Alemania tiró de lo que la ha hecho grande a lo largo de la historia, sea cual sea la selección que luzca el águila en el pecho.
Oztunali se encargó de liderar el rearme, presionando desde la banda derecha y metiendo en más de un apuro a Junior. En uno de esos balones divididos, Vallejo llegó tarde y se llevó por delante a Waldschmidt. Jovanovic le mostró la amarilla pero durante un par de minutos, el tiempo que requirió el VAR para chequear la acción, nos temimos lo peor. La tarjeta viró del amarillo al naranja y de ahí al rojo. Afortunadamente, los de la sala VOR no rectificaron la decisión del árbitro serbio y Vallejo pudo seguir en el campo. Y lo hizo de cine de ahí hasta el final.
Llegamos al descanso resoplando, con el ajetreo de cuatro córners consecutivos botados por Alemania en los cinco últimos minutos de la primera parte, y la reanudación siguió el mismo guion. El reto no era otro que mantener la posesión (qué fácil es decirlo) ante un rival al que conocíamos sobradamente. Fue ante Alemania ante quien perdimos la final de hace dos años. De aquella cita se mantenían once futbolistas: siete de azul y rojo (Meré, Vallejo, Ceballos, Merino, Oyarzabal, Soler y Mayoral) y cuatro de negro y blanco (Anton, Dahoud, Amiri y Oztunali).
Alemania dio un paso adelante, luego dos y hasta tres, subiendo las líneas para presionar nuestra salida de balón. Stefan Kuntz decidió mover el banquillo y dio entrada a Neuhaus, quien se había erigido en pieza clave en los partidos que habían llevado a la Mannschaft a la final. De la Fuente, mientras, había decidido que Soler supliera al agotado Oyarzabal y que de ese modo se recuperara gasolina extra para presionar. Poco después recuperaría el dibujo con el que se inició el campeonato, con Mayoral como horizonte, aunque ese cambio llegó justo después del segundo gol español, fruto de un nuevo zurdazo de Fabián y de la habilidad de Olmo para resolver. De ahí hasta el final sólo hubo tiempo para el desgaste alemán y el gol in extremis de Amiri tras un disparo que rebotó en Vallejo y se le envenenó a Sivera.
Fue un susto, un susto tremendo tras el que nos costó tragar saliva. Pero la victoria no cambió de bando. Y el título se quedó en manos de España, que supo sufrir y que recupera el título conquistado en 2013. Aquella era una cosecha que seis años después crece sana y fuerte en la absoluta, con fijos como De Gea, Koke, Thiago, Isco, Morata o Rodrigo. Ambas generaciones comparten el gusto por el buen fútbol. Ese ADN no se negocia.