Osasuna celebra el ascenso con otro triunfo en casa
Tiene más cerca el título en Segunda tras doblegar a un Las Palmas blando en las áreas. El Sadar vibró como nunca por la decimosexta victoria seguida en casa.
Pamplona no se sacude la fiesta. La tiene metida en el cuerpo y ya se sabe, esta gente que ha apadrinado una de las mayores juergas mundiales con el formato de San Fermín, no deja el confeti hasta que cae desplomada porque las piernas no aguantan más. Una vez sentado en el trono de Primera, la meta del título está más cerca tras encadenar la decimosexta victoria seguida en casa, contando la burocrática del Reus. Osasuna celebró el ascenso con un triunfo muy ameno ante un Las Palmas que, cosa cómica, se movió por El Sadar con una hora de retraso. Sí, porque en la primera parte fue un equipito contemplativo, blandísimo en área propia, ante un vendaval rojillo. Parece mentira que los pupilos de Arrasate llevasen en sus piernas tres días de cachondeo y solo dos sesiones de trabajo, porque imprimieron un ritmo muy alto y manejaron el juego de forma primorosa por la banda derecha.
Tal vez Las Palmas se esperaba un aire pesado en los navarros, porque el inicio dibujó a un grupo, el local, muy metido y equilibrado ante otro que tiraba mal la línea defensiva y se limitaba a mostrar cierta organización y nula predisposición ofensiva. Su intención era tratar de bajar pulsaciones para dejar de sudar ante el agobio. Era tal torbellino el líder que un central como David García pisaba área como un bisonte desbocado y tuvo dos ocasiones muy claras, la primera desbaratada por Josep tras pase de un mediocentro como Oier y la segunda, de cabeza, que se marchó por poco. Las áreas mandan y los canarios fueron pura candidez. Entre eso y el empuje de 16.682 aficionados ebrios de gozo, el partido se fue al 2-0. Fue la diferencia entre un equipo ya de Primera y uno que ha decepcionado en Segunda: en unos se veía a tres hacia el balón, mordiendo y ganando todos los duelos, y otros estaban a la expectativa.
Osasuna ha subido con un juego que es poesía de la sencillez. Es a, b, y c, fútbol de empuje. Estar centrado, dar el balón donde corresponde y tener la idea clara. Los insulares lograron sacarse un poco el dominio a la media hora, con un remate a gol de Rubén Castro, anulado por claro fuera de juego. Estaban tan enchufados los navarros que Ruiz de Galarreta cayó lesionado en el tobillo tras una entrada de Mérida que siempre va con las largas, sin recatarse en el esfuerzo. Mel tuvo que reestructurar líneas y le trastocó muchas cosas. Las virguerías de los chicos de Arrasate encontraron el premio en el 34'. Previamente Barja abusó de balón y en una jugada en la que cogieron la espalda a la estática defensa amarilla tenía un pase claro de gol para Villar, pero pecó de egoísmo, metió demasiado interior y se le fue fuera hacia el ángulo largo. A la segunda ya aprendió y entregó el honor a Villar, el rey de la tarde pamplonica.
El Sadar abrió los homenajes. Ovación a Clerc, que se va al Levante; a Xisco, que ha entendido muy bien su papel secundario… y hasta Puñal, la eterna leyenda. Mel tuvo que echar un buen rapapolvo en el descanso, porque su equipo salió mucho más metido. Ante su falta de profundidad anterior, subió líneas y tuvo dos ocasiones muy claras de David García y Araujo, una de ellas taponada por Rubén. Osasuna supo aguantar ese momento crítico y el tramo final fue muy parejo. Clerc se giró en un centro al área visitante y el balón le dio en el codo. Penalti no pitado. Arrasate puso a Lillo, para hacer el doble lateral con Vidal, mientras Torres se metía por dentro. Esa zona derecha fue un cañón. Vidal estaba soberbio y tras una cobertura centelleante, subió en la siguiente jugada y una combinación preciosa con Rubén acabó con pase a Xisco para el 2-0. El punta mallorquín se abrazó al técnico al final casi llorando. El valor de un secundario. Aquí todos son héroes. Monumentos al ascenso.