En mini-depresión después de la caída contra el Barça en Copa y la mala tarde de Vigo, el Sevilla quiere ponerse en paz consigo mismo esta tarde ante el Eibar. Eso implica también abrazarse a su afición. Porque queda claro que el Sevilla, al abrigo del Sánchez Pizjuán, es otro equipo. De sus diez partidos de casa ha ganado siete y sólo ha perdido uno, tiene un récord goleador seguro (18-6) y su única victoria liguera en 2019 ha sido allí: 5-0 ante el Levante.
Sus problemas, como los del Eibar, están fuera de casa. Junto a Athletic, Espanyol y Huesca, los armeros son el único equipo que sólo ha ganado un partido fuera de casa (en Girona, a principios de octubre). Sin embargo, y un año más, el plan Mendilibar funciona. Su legión de clásicos (Ramis, Sergi Enrich, Escalante, Kike García) y otros que se han sumado a la causa en los últimos tiempos como Jordán o Cucurella, están cumpliendo con su objetivo anual. La receta defensiva de hoy es la de siempre y la ofensiva, sencilla. Juego directo, aperturas a la espalda de los carrileros y centros al área.
A Machín le faltaban efectivos. Ya los tiene. Especialmente a Jesús Navas, capitán y corazón de un equipo que necesita su pasión y su implicación. Más en momentos en los que aparece la fatiga. Futbolistas como Banega suman casi 2.900 minutos y van casi a tarjeta por partido. El Sevilla lleva ya 41 partidos oficiales y no ha empezado la fase decisiva de la temporada. Eso es lo que quiere Machín, reforzarse antes del durísimo partido que le espera el próximo jueves en el Olímpico ante el Lazio de Milinkovic-Savic o Immobile. Pero para algo más urgente incluso. Espantar a los seguidores que vienen desde atrás. El Sevilla, que no hace tantas semanas flirteaba hasta con el liderato, está ahora a 14 puntos de ese puesto y ve amenazada a sólo un punto esa cuarta plaza que es un tesoro.