Vallecas homenajeó a Rafael Sanjuán, abonado 1 del Rayo
Cumplió 95 años el pasado domingo y, durante el descanso del partido ante la Real Sociedad, el estadio rompió en aplausos mientras su imagen aparecía en el videomarcador. Rafael nació antes que su Rayo, al que su familia siempre ha estado ligada.
El Rayo coge aire de cara al próximo 29 de mayo de 1924. Le aguardan 95 velas que soplar. Nada más, nada menos. Antes, ya lo ha hecho él, Rafael Sanjuán, el abonado número uno de la Franja, que cumplió 95 años el pasado domingo 20 de enero. Por eso, Vallecas le rindió homenaje durante el partido contra la Real Sociedad. Su imagen iluminó el videomarcador y la grada rompió en aplausos. Este atronador recuerdo, estuvo acompañado por los cariñosos mensajes que inundaron las redes a lo largo del día. El club, las peñas, muchos aficionados de a pie... Todos quisieron rendir tributo a Rafael, un hombre cuya vida siempre ha estado ligada de una u otra manera al Rayo.
Rafael nació en Vallecas, su casa estaba en la calle Monte Perdido (cerca de Las Erillas, donde la Agrupación Deportiva Rayo Vallecano tuvo su primer campo de fútbol), en el seno de una familia humilde y rodeado por tres hermanos. Cuatro chicos y cuatro rayistas de pro. Algo lógico, puesto que los Sanjuán tenían una gran relación con Doña Prudencia Priego (en cuya casa vivió la cuñada de Rafael), Julián Huerta, Juanito, Ezequiel y Modesto. Todos ellos fueron el origen de la Franja. Así es como Rafael se hizo socio cuando terminó la mili. Así, hasta ahora.
Su familia, su apellido, estuvo ligado a la historia del club. Su hermano Fernando (el mayor) fue secretario de la entidad durante la presidencia de Pedro Roiz. Posteriormente, se convocaron elecciones para dirigir el club y ahí se presentaron Marcelino Gil y Fernando, pero antes de que llegaran a celebrarse los comicios, ambos llegaron a un acuerdo: Marcelino sería el presidente y Fernando, el vicepresidente. Por su parte, Nicolás, el menor de los Sanjuán, continúa viviendo en la Avenida de la Albufera, justo en frente del estadio de sus amores. 'Nico' fue directivo desde 1991 a 1993, ejerció como vocal y su hermano Antonio (el tercero de la saga) fue el tesorero.
Precisamente Nicolás ha explicado en alguna ocasión a qué se dedicó su familia. Primero regentaron una lechería, a la que surtían las vaquerías de Puente de Vallecas, y después tuvieron un taller donde elaboraban productos en cuero. Él jugó en el Rayo, un año, cuando tenía 17 y, aunque las circunstancias familiares le obligaron a dejar de ser abonado después de 51 años (su primera vez fue en 1946), siempre está pendiente de su equipo. Más allá del fútbol, su familia también conoció a Amós Acero, maestro y alcalde de Vallecas durante la Guerra Civil, que terminaría siendo fusilado. Fernando fue alumno suyo y los hermanos más pequeños le llevaban leche a su hogar, situado en la calle de Juan Navarro, esquina con Monte Igueldo.
Son muchos los jugadores y los entrenadores que Rafael ha visto con el paso de los años, pero siempre mostró debilidad por Olmedo, "un hombre que sabía mucho de fútbol y conocía perfectamente el club". Así se lo confesó al periodista Antonio Luquero en una de sus últimas entrevistas, donde narró también una de sus anécdotas favoritas. Allá por la temporada 77-78, un 15 de enero de 1978 para ser exactos, hubo un fuerte temporal y le llamaron para retirar la nieve con palas, puesto que el técnico del Atlético por aquel entonces, Luis Aragonés, se negaba a jugar en esas condiciones. Apenas unas horas les bastaron para dejar limpio el terreno de juego e imponerse 2-0 a los rojiblancos, con goles de Tanco y Landaburu. Era la época del Matagigantes.
La pasión por la Franja de los Sanjuán no se quedó en aquella generación. La hija de Rafael, Antonia, también es abonada, como no podía ser de otra manera. A Rafael aún se le prende la emoción en sus ojos con el Rayo. Hay recuerdos, sentimientos, que el tiempo no es capaz de borrar. Gracias a la televisión, la radio, la prensa... siempre está pendiente de su equipo ahora que van fallando las rodillas porque la edad puede mermar las fuerzas, pero nunca la ilusión.
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