Sólo se consoló Brais Méndez
Su gol le dio la victoria a España en un partido marcado por la depresión de Wembley. También debutaron Mario Hermoso y Pau López. Asensio mejoró, Fornals brilló y Morata pinchó.
Ni clasificación ni conclusiones. Así se nos fue el domingo de La Roja, que perdió la batalla de Inglaterra y ganó sin gloria la pachanga de Las Palmas. Todo en el partido tuvo un aire pesimista salvo los debuts de Hermoso, Brais Méndez y Pau López y la irrupción de Fornals. Salió sólo parcialmente de su escondite Asensio, anduvo perdido Suso, la bronca de Morata con el gol va para largo, los que vienen parecen demasiado lejos de los que se fueron. La nostalgia está en cuarto creciente.
Lo sucedido en Wembley le quitó toda la gracia al partido, preparado como una fiesta en Gran Canaria y devenido en exequias. Una lástima, porque hubiera apetecido, en otras circunstancias, mirar de forma menos depresiva a la Selección en la que vamos a vivir en la próxima década, la más joven en trece años, cuatro menos que la que se despeñó en Zagreb.
El duelo dejó muy pocas cosas. Debutó Mario Hermoso, un central con una pierna izquierda valiosa y nada acomplejado. Y también salió Llorente. Quién sabe si serán pareja en Qatar 2022. Dzeko estuvo por no molestarles. A Bosnia, que cambió menos que España respecto al último partido oficial (cinco repitió Prosinecki, sólo dos Luis Enrique: Asensio e Isco), tampoco le pudo el apetito en el partido.
Luis Enrique puso a Kepa, por verle y porque ayuda ahora hablar lo menos posible de De Gea. Bosnia no le presentó ningún examen. Y el atlético Rodrigo, con el que se fantasea como relevo de Busquets, como centrocampista de contrapeso, confirmó sus virtudes: jugador seguro, tácticamente impecable, con magnífica predisposición para recuperar.
De lo mejorable, en cambio, mejoró poco. Luis Enrique juntó a Asensio, Isco y Ceballos, una feria de artesanía que no dio mucho de sí. Asensio jugó como interior, junto a Rodrigo. Da la impresión que Luis Enrique le traslada de un lado a otro por si su desvanecimiento tuviera que ver con el puesto. Acabó mejor que empezó. Isco, capitán, fue la única respuesta ofensiva en la primera mitad. Y Ceballos empezó en la cima y acabó en el valle. También probó a Morata, otro que no arranca.
Hace cuatro años cambió el viento. Quedó el estilo pero fueron marchándose jugadores y llegando otros de menos jerarquía y menos nivel. De Silva se echó de menos hasta ese saque de honor que le concedieron en su isla. Habrá que seguir llorando por su zurda.
Un final aceptable
El muermo que resultó el partido sirvió para sacar a flote la buena idea que supone la Liga de Naciones, en la que todas las etapas acaban en alto. La Selección se conformó de salida con un dominio sosote, sin provecho, que antes del descanso sólo dejó tres remates lejanos, dos de Isco y uno de Asensio, y un cabezazo fallido de este en un estadio que estuvo lejísimos del lleno. Bosnia directamente huyó de la portería de Kepa.
Después de aquellas cabezadas, la segunda mitad espabiló a España y también a Asensio, más emprendedor que hasta entonces, y a Isco. Era el momento de Morata y lo dejó pasar. A puerta vacía y a meta vencido echó fuera una de esas jugadas que luego recorren, con su punto de mala leche, los telediarios del día después. Fue casi su despedida de un partido del que no sacó crédito. Esta vez el politiqueo de los cambios, que le regaló un cuarto de hora a Pau López, dio bastante de sí. España apretó más con un gran Fornals y Brais Méndez hizo coincidir su estreno con su primer gol, tras remate de Isco rechazado por Sehic. Quedó bien que al menos alguien tuviera algo que celebrar.