El Espanyol sueña despierto
Rubi y una plantilla sin apenas cambios obran una metamorfosis, el paso en tres meses exactos de un club apagado a la ilusión sin límites, con resultados y un juego inédito en Cornellà.
Se cumplen justamente hoy tres meses desde que Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’ se hiciera cargo del Espanyol. Y de que se oficializara, también el mismo día, el fichaje de Borja Iglesias. Solo tres meses en los que el equipo ha obrado una metamorfosis tan espectacular que llega al parón de octubre en la quinta plaza, igualado a puntos con Real Madrid y Atlético, a solo uno del Barcelona y a dos del líder, el Sevilla. En el pelotón de los grandes.
Impensable era esta situación idílica aquel 9 de julio, cuando el proyecto echaba a caminar lastrado por las depresiones. Por un lado, la marcha semanas atrás de Gerard Moreno, el autor de la mitad de los goles la temporada anterior. Por otro, el aumento en los precios de los abonos, con la previsión (seguramente insólita en la historia del fútbol) de perder socios. Pero el gran palo en la rueda que impedía avanzar al Espanyol respondía a razones aún más profundas: era un club dormido, apagado una vez desactivado el estímulo de Cornellà como nuevo hogar y hastiado por demasiadas temporadas de resultados mediocres y fútbol todavía más gris.
Por ello, incluso los más optimistas interpretarían con cierto recelo la ilusión que Rubi desprendía ya desde su presentación. Demasiadas veces le habían roto el corazón a los pericos tras una primera cita insuperable. Incluso a guasa se tomó el propio club, con un tuit en que le ponían en la mano mediante ‘Photoshop’ la copa de LaLiga, las declaraciones de Sergi Darder del 27 de julio, a TV3 desde Estados Unidos.
Y eso que ese día seguramente cambió todo. Fue la fecha en la que la afición del Espanyol se dio cuenta paradójicamente de que la ambición iba en serio, que la plantilla, aun siendo prácticamente idéntica a la del curso anterior, había cambiado verdaderamente el chip y había hecho suya la ilusión del entrenador. “Hay que intentar ganar LaLiga. Sabemos que en un 99,9 por ciento es imposible, pero ahora mismo pensamos que somos los mejores, estamos ilusionados y con ambición. Ya tendremos tiempo de pensar que somos un equipo normal”. Amén.
Las palabras, obviamente, fueron secundadas por los hechos. Y el Espanyol del ‘Darderismo’ no solo terminó invicto la pretemporada sino que en ocho jornadas se ha metido en el bolsillo a una afición que ya no creía en milagros y ha encandilado al mundo del fútbol. Ya no por los resultados, sino por el juego. Por la capacidad de provocar el gozo de quien ve sus partidos.
Madurez donde antes había dudas
No se recuerdan en la era Cornellà demasiados momentos como el actual. Más allá de que en la campaña 2010-11 también empezaron los pericos con cuatro victorias en casa y 14 puntos, igual que ahora, el delirio desatado en tardes como la del domingo ante el Villarreal solo es equiparable al ‘Melendazo’, a la semifinal de la Copa del Rey ante el Athletic de 2015 o, incluso antes de recalar en el actual estadio, a la anterior victoria local contra los ‘groguets’, aquel 3-0 mágico de la Noche de Reyes de 2008 que, por otro lado, significó la última gran actuación de la plantilla post-Glasgow.
Hoy sueña despierto el Espanyol porque sabe muy bien lo que quiere. Y lo ejecuta, con hambre, solidaridad y con toda la plantilla enchufada, como lo demuestra, por ejemplo, la actuación de Hernán Pérez. Y con un manejo notable de la situación, tanto en el posicionamiento sin balón como en la profundidad con él, lejos de especulaciones, muy cerca del espectáculo perfecto. Con solidez y sin escatimar talento.
Y, sobre todo, con madurez donde antes había dudas. Porque, en solo tres meses, este Espanyol es otro absolutamente distinto. Ahora no deja boquiabierto por los bostezos, sino porque maravilla. Y no se pone límites. ‘Carpe diem’.
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