Resbalón y repaso
Una caída de Godín precipitó la derrota de un Atleti horrible. Dominó el Celta, marcaron Maxi Gómez y Aspas. Los seis fichajes rojiblancos empezaron en el banco. Savic, expulsado.
Los focos que al final del partido sólo buscaban la cara desencajada del Cholo, al principio, antes de que el balón rodara, encontraban la foto a su espalda: todos los fichajes estaban en el banco. Los seis. Adán, Arias, Rodrigo, Lemar, Gelson y Kalinic más Lucas. 116,5 millones y un campeón del mundo sentados. Cuando el balón rodó, todos los ojos persiguieron a Savic, reconvertido a lateral derecho. Giménez era pareja de Godín mientras que, en la izquierda, Filipe se ajustaba la cinta del pelo. Es septiembre y se queda, titular para llenar la hierba de esos pases que sólo él ve e inician jugadas.
Mohamed y Simeone ya eran rivales, los dos aprendices del mismo librillo: el partido era un enfrentamiento de pizarras, con pocos espacios. No pasaba mucho en Balaídos, más allá del tiempo, pero era el Celta quien anunciaba taquicardias, con sus transiciones rapidísimas: sacaba Sergio de puerta, conducía Pione, Maxi recibía y buscaba a Aspas que, en un parpadeo, se plantaba ante Oblak. En esos primeros acechos, el remate con más peligro lo desviaría un obús: la cabeza de Giménez, lanzado en plancha para evitar el chut.
El Atleti tenía el balón en un sobar inútil y Costa y Cabral desempolvaban piques mientras el experimento Savic iba a medias. Sí en defensa, cero en ataque. Simeone no tenía derecha, Saúl andaba desacertado por dentro y Koke y Correa, desconectados por las bandas. El Celta se acomodaba en el juego y en el campo, fiado a su ramillete de taquicardias, como si a Mohamed por un momento se le hubiese olvidado que así son los partidos del Cholo: cuando más despreocupado andas, zas, te roba el balón, el partido y la cartera.
Pero ayer no salió. Y eso que Lobotka puso de su parte: le regaló a Costa un balón que no fue gol de Griezmann por milímetros. Despertaría el Atleti con eso y el trago de agua del break. Ahora dominaría de verdad. Eran los mismos jugando el partido de siempre y comenzaban a apretar, con ocasiones y ganas de red. Se estiraba sobre las diagonales de Correa, el músculo de Thomas y que todos los rechaces terminaban en Saúl. Del Celta ya no habría más noticias en el área de Oblak. De momento. Sería Simeone quien se confió demasiado, apoyado en su método binario.
El riego del descanso le dio una carta a Mohamed con la que no contaba y que cambiaría el partido al regresar de la caseta: Godín resbaló ante un pase atrás, fácil, de Filipe y Maxi Gómez sí que no desaprovechó el regalo. Se fue solo hacia Oblak y le batió. Primer golpe del Celta. El segundo lo firmó Aspas cuando el Atleti aún no se había levantado del anterior, colándose entre Giménez y Savic como si fuese amigo. Cabezazo, 2-0 y cuenta pendiente saldada: al fin un gol suyo al Atleti. Justo después Simeone se decidió a sacar los millones del banco.
El hundimiento
Debutaría Kalinic, entraría Lemar, el dibujo varió: Griezmann a la derecha, Koke-Saúl al centro. Pero el Atleti seguiría noqueado, tendido en la lona. El tercer cambio del Cholo sólo empeoraría el cuadro. Porque entró Arias, otro debut, quizá 70’ tarde, y salió Giménez y no Savic, su lateral derecho en el día y con amarilla. Ley de Murphy: en la jugada siguiente vería la segunda y a la ducha mientras Cabral hacía el 3-0 ante un Oblak convertido en un simple portero normal. Lo bajaría el VAR del marcador, estaba en fuera de juego, el césped lo siguió llenando el Celta, mandaban todo sus pivotes.
Defendía Beltrán, se liberaba Lobotka, bailaba Balaídos ante un Atleti tocado y hundido en ese agua caída al descanso. Si en 90’ no había sido capaz de rematar una vez a puerta, después tampoco. Los siete de añadido, más allá de que el VAR no vio penalti en una caída de Kalinic y que Boufal cortó un último traje, fueron un alargar la agonía de un equipo desvencijado y muerto. Minutos de nada, larguísimos. Tanto como los quince días de parón que ahora se presentan por delante.