Chimy, el perfil de un guerrero

Luis Ezequiel Ávila, más conocido como "Chimy", es el jugador más querido por la afición del Huesca. Su gol ante el Athletic es solo el último servicio del "comandante", como también se hace llamar, y es que el delantero argentino es toda una institución en El Alcoraz. Siempre fieles sin reblar (rendirse en aragonés) es el lema del club, y el jugador lo hace suyo cada partido y en cada jugada. Su gol en San Mamés silenció Bilbao y en la capital del Altoaragón todavía se escuchan los ecos de la última hazaña de los oscenses.

Chimy tuvo una infancia muy complicada en un barrio muy humilde de Rosario Central y sus compañías llegaron a alejarlo durante dos años del fútbol, trabajar como albañil o probar en el Espanyol o en Estados Unidos si suerte. Sin embargo, el argentino es un luchador y poco a poco se está labrando un nombre en el fútbol. El delantero lleva dos años en Huesca tras ser rescatado por su actual entrenador del San Lorenzo de Almagro. El punta no tenía tan apenas oportunidades con su equipo y Leo Franco, que había compartido vestuario con él en el equipo que jugó el mundialito ante el Real Madrid en Marruecos en 2014, quiso traerlo al conjunto oscense.

Las buenas relaciones entre San Lorenzo de Almagro y la Sociedad Deportiva Huesca gracias al actual entrenador han propiciado la doble cesión del jugador al equipo oscense. El futbolista no lo tuvo fácil durante su primer año y llegó a encerrarse con Rubi en su despacho pidiéndole la salida. Sin embargo, el catalán lo convenció de sus posibilidades y el sudamericano fue capaz de darle la vuelta y convertirse en uno de los héroes del ascenso. Su buena temporada en Segunda, llamó la atención a muchos equipos, que llegaron a ofrecer mucho dinero por el jugador, pero Chimy solo quería venir a Huesca donde es feliz y cumplir su sueño de jugar en la mejor liga del mundo.