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MUNDIAL 2018

Los cosacos, guardianes del orden público en el Mundial

Defensores a ultranza de la fe ortodoxa y de los valores familiares tradicionales, garantizan, con la venia de Putin, la seguridad del sur de Rusia durante la cita mundialista.

Actualizado a
Cosacos patrullando cerca del Rostov Arena.
MLADEN ANTONOVAFP

 "El Mundial es una fiesta y los cosacos queremos garantizar que sea un éxito. Estamos encantados de recibir visitantes extranjeros siempre que vengan en son de paz", aseguró a Efe Mijaíl Bespálov, adjunto al Atamán (jefe) del Gran Ejército del Don, organización cosaca fundada en 1991.

Con la venia del presidente ruso, Vladímir Putin, y de la FIFA, patrullan lugares estratégicos de Rostov del Don, conocida como la capital de los cosacos, desde el estadio, a ambas riberas del río, el centro histórico y los nudos de transporte.

Ya no llevan casacas, gorros de piel de oveja, sables y látigos (nagaika), atuendos con los que amedrentaban a sus enemigos, aunque los siguen utilizando en sus torneos y escenificaciones, que han reverdecido en esta región desde la caída de la Unión Soviética.

"Ayudamos a la policía. Los cosacos no pueden patrullar de manera autónoma, ya que está prohibido por la ley", explica.

En los días de partido unos 200 cosacos se encargan de evitar altercados entre las aficiones rivales, mientras una treintena de jinetes vigilan las inmediaciones del aeropuerto.

En un intento de mejorar su imagen, los cosacos van vestidos ahora como policías, aunque en vez de camisas blancas, las llevan azules y sus distintivos son diferentes, y tampoco portan ya largos bigotes y barbas.

"Hasta el momento, no ha habido ni un solo incidente. Hoy hablé con los cosacos que patrullan y me han dicho que la gente es muy comprensiva y amistosa", apunta.

Eso fue confirmado a Efe por un oficial cosaco en el bullicioso malecón de Rostov, que comentó que "los hinchas extranjeros se portan muy bien. Incluso borrachos son buenos".

"Que desde América a África vean que en Rusia los osos no van por las calles, que las aceras están limpias y que la gente es hospitalaria", indica el subjefe cosaco.

A diferencia de Moscú, donde no dejan de ser un cuerpo extraño, en esta ciudad son parte del paisaje desde tiempo inmemorial, con la excepción de la etapa soviética, en la que los bolcheviques les persiguieron y les obligaron a disolverse y emigrar.

En cualquier aglomeración uno puede ver grupos de cosacos, como fue el caso de la llegada del autobús de la selección mexicana a un céntrico hotel de Rostov en previsión de que los hinchas mexicanos se pasaran de la raya con su "Canta y no llores".

"De los 4,5 millones de habitantes de Rostov, un millón tienen vínculos con los cosacos. Se sienten orgullosos de ser cosacos. Como dijo León Tolstói, los cosacos crearon Rusia", aseveró.

Además de Rostov, los cosacos están patrullando en Krasnodar, en Sochi (mar Negro), donde están concentradas España y Brasil, y en otras sedes mundialistas como Volgogrado.

Los cosacos apoyan el orden establecido, en especial a Putin, al que consideran el nuevo zar de todas las Rusias.

"Los cosacos son parte del pueblo ruso. Defendimos las fronteras durante cientos de años. Ahora los cosacos intentamos volver a servir al Estado como hicimos siempre y creo que lo estamos consiguiendo. El Mundial no es una excepción", señaló.

Son defensores a ultranza de la fe ortodoxa y de los valores familiares tradicionales, por lo que se han convertido en enemigos acérrimos de los homosexuales, lo que les ha valido no pocas críticas internacionales.

Al respecto, los dirigentes cosacos han advertido que no tienen problema con los homosexuales si estos no expresan sus afectos en público. Es decir, mientras dos hombres no se den un beso en plena calle, no hay problema.

Por ese y otros motivos, los cosacos tiene desde hace tiempo un problema de imagen, ya que las organizaciones de derechos humanos consideran que los cosacos se arrogan funciones que no les corresponden por ley.

Su violenta actuación en la última manifestación de la oposición en Moscú, en víspera de la investidura de Putin, colmó la paciencia de muchos, que acusaron al Ayuntamiento de utilizar a los cosacos como fuerza de choque contra la disidencia.

Las imágenes mostraron a cosacos ataviados con ropa de camuflaje y zurrando con sus fustas a los manifestantes, por lo que estos no vigilan estos días las calles de la capital.

"Esos moscovitas no son cosacos. Son falsos cosacos", comentó Vladímir, un cosaco que pidió permiso para no patrullar las calles ya que está a punto de casarse.

Miembros de las comunidades cosacas participaron activamente en la anexión de Crimea y el Gran Ejército del Don admite que entre los cosacos hay grupos "ultranacionalistas" que ansían tomarse la revancha de la revolución bolchevique de 1917.

También reconocen que algunos de sus partidarios combaten en Siria en defensa del régimen de Bachar al Asad, aunque aducen que son casos aislados y que lo hacen por dinero.