Un gol de Banega de penalti premia la raza de un equipo con poco fútbol pero con actitud. El canario, el mejor de los blanquirrojos. El Sevilla duerme en el séptimo puesto.
Joaquín Caparrós todavía guardaba algo bajo su capa. Un Sevilla justito pero bravo ganó a la Real y durmió séptimo, puesto europeo, el día del regreso del utrerano al Sánchez Pizjuán 13 años después. Caparrós, que se recorrió la línea de banda como cuando no había zonas técnicas como si quisiese ponerle un sello vintage a su vuelta, ha querido sacar de la depresión al equipo en cinco días. Lo ha conseguido, pero sólo a medias. En una cosa, eso sí, ganó a la Real. Le puso más pasión. Y eso en fútbol es mucho. El equipo de Imanol jugó de manera académica pero se le echó en falta querer más. Para ser su última oportunidad de acercarse a Europa, no pareció hacer lo suficiente. Jugó con excesiva comodidad, casi relajado. Illarramendi y Canales le dieron control pero a Oyarzabal le falló el puñal y a Willian José, picante.
El Sevilla tuvo altibajos. Empezó vertical, con un par de buenas oportunidades de Sarabia. Luego tuvo recaída moral que le devolvió a las dudas. La afición las pasó por alto gracias al foco del banquillo. Todo eso hasta que apareció Sandro. Antes del descanso, Moyá le sacó un balón imposible tras un centro de Banega. Luego hizo caer en la trampa a Diego Llorente. Presentados el mismo día la pasada temporada en Málaga, Sandro sabe dónde están las debilidades del madrileño, que perdió la posición y le derribó. Banega transformó el penalti y, con el canario lanzado, Moyá salvó el 2-0 en varias ocasiones. Imanol dio un volantazo que funcionó. Juanmi y Bautista le dieron cosas a la Real. Al Sevilla empezó a faltarle el aire y, sobre todo, le entró el miedo. Juanmi pidió un penalti en una acción de Layún y Mercado que estuvo al límite. Bautista tuvo el empate en un cabezazo pero la Real se acordó de ponerle ardor tarde y el Sevilla lo llevaba haciendo toda la noche. Nervión acabó al grito de Caparrós y el equipo, con corte áspero y aire de otra época. Pero es que el Sevilla sólo necesitaba eso: ganar, sí o sí.