Fele Martínez: “Pararía algunos partidos para entregar Goyas a la mejor actuación”
Fele Martínez triunfó con Tesis hace 20 años. Es una presencia permanente en el cine, el teatro y series de TV. En Las Estaciones de Juan, donde compartió recuerdos de su querido Hércules y anécdotas de los rodajes con grandes como Amenábar y Almodóvar.
¿Del Hércules de Alicante?
Sí, claro, desde pequeñito al Rico Pérez. Ahora son tiempos difíciles pero el Hércules ha sido muy grande. Recuerdo cosas fabulosas como cuando fichamos a Mario Alberto Kempes, creo que era 1984. Y le recuerdo aquel gol olímpico desde el córner que Kempes le marcó al Atlético de Madrid. Ese gol hoy habría dado la vuelta al mundo. Aquello fue maravilloso. Y también me acuerdo con simpatía de aquel portero polaco, Tomaszewski que era incapaz de sacar recto. Siempre se le iba el balón a un lateral del campo. Luego, con los años, lo del Hércules fue un bajón brutal, porque siempre había estado luchando por estar en Primera hasta que se fue definitivamente abajo.
Y mientras el Hércules está en Segunda B, usted simpatiza con algún equipo de Primera?
Soy culé. Le diré que al principio me hice del Barcelona para darle la matraca a mi padre. Él y mi hermano eran del Madrid y yo por llevar la contraria me hice del equipo rival. Lo que pasa es que luego le fui cogiendo el gusto al equipo y al final me he hecho un aficionado de verdad. Y no le digo nada con Messi.
Entre el cine y el teatro, ¿le da tiempo a seguir el fútbol?
Malamente. Mi profesión me obliga a estar demasiado desconectado del fútbol. Aunque le sigo la pista a este Barça que creo este año se puede llevar la Champions. Y lo digo porque este año me da la sensación de que con Valverde se ha vuelto un equipo más regular. El año pasado le veía dando como más bandazos.
¿Quién sería el Messi del mundo del teatro?
Tengo un referente que es Pedro Casablanc, es un monstruo, una fiera corrupia. Es capaz de hacer lo que quiera sin sudar la camiseta, si la suda ya olvídese.
Su última película, ‘El club de los buenos infieles’, ¿es un club de fútbol?
Podría ser un club de pachangas de todos los jueves, pero desgraciadamente no. Es un club de hombres con un síndrome de Peter Pan que se dan cuenta de que llevan una vida muy gris y deciden recuperar la pasión y el tiempo perdido. Entonces se autoconvencen de que tienen que ser infieles para seguir queriendo a sus mujeres.
¿Se puede ser infiel a un club de fútbol?
Es difícil, pero en realidad debería ser posible. Porque vamos a ver, tú lo das todo por ese club de fútbol y esperas que ellos lo den todo por ti. Y sin embargo eso no siempre ocurre. Lo lógico es que le fueras infiel. Pero no hay manera. El club de fútbol es una de esas cosas sagradas que parecen intocables. El fútbol es una religión.
¿Cree que con el vídeo arbitraje se perdería la esencia del fútbol?
Creo que sobre todo ganaría en honestidad. Me explico. El fútbol hoy se ha convertido en el nuevo circo romano y los jugadores son los nuevos gladiadores. La gente está muy quemada por el trabajo, la política, y se refugia en el fútbol que es un fenómeno con un poder de convocatoria inigualable. Es, no lo olvidemos, un gran referente para chavales y jóvenes deportistas y por eso creo que deberían ser un poco más honestos e insuflar más valores de compañerismo y deportividad. A veces ves a críos jugando un partido de fútbol y ahora todos escupen y se tapan la boca para hablar. Eso en un partido de alevines. Es muy fuerte a donde estamos llegando. Es fundamental el tema educativo y sería mejor si los jugadores fueran más honestos en el terreno y no estuvieran todo el rato intentando engañar al árbitro.
¿Lo dice por el teatro?
Desde luego. El fútbol a veces llega a un nivel en el que yo pararía algunos partidos para entregar Goya a la mejor actuación. En una de esas caídas terribles en las que parece que a alguien le han arrancado la cabeza, pararía el partido, iluminaría a ese jugador con un cañón de luz y le entregaría un Goya al mejor actor.
Para un actor, cuando se dice que los futbolistas hacen teatro, ¿molesta?
No, no molesta porque yo sé lo que es hacer teatro y entiendo la expresión. Es como decir que algo caótico parece un circo y los circenses no creo que se molesten tampoco. Además, no quiero que me moleste porque estamos viviendo una época en la que parece que todo el mundo se la coge con papel de fumar. Hoy, no sé lo que pasa que tenemos la piel muy fina, todo molesta, todo es polémico y hay que decir las cosas con la boca pequeña, con mucho cuidado para que no haya ninguna queja. Es de locos.
Después de las denuncias realizadas, ¿usted rechazaría trabajar con Woody Allen?
No, porque a este señor, que yo sepa, ningún tribunal le ha condenado, aunque sí le hayan condenado socialmente. Y creo que ya hubo un jurado que le absolvió. Es complicado, pero le aseguro que si me llamara Woody Allen me iría a trabajar con él. Con Weinstein no trabajaría igual que no trabajaría ningún otro actor. Pero eso es otro asunto y de hecho su compañía ya ha quebrado.
¿Es complicado mantenerse activo como actor en España?
Mucho. He tenido suerte porque puedo decirle que llevo mas de veinte años trabajando en este oficio y aunque he tenido alguna época puntual en la que empiezas a revolverte en el sillón por falta de llamadas, siempre he ido cambiando y cuando no estaba haciendo cine, hacía teatro y si no alguna serie y he podido estar activo durante todo este tiempo. Tengo compañeros que siendo grandes actores, están esperando que les llegue una oportunidad que no les llega. Hay un gran porcentaje que están en el paro o tienen que dedicarse a otra cosa para ganarse la vida.
¿Ha llegado a acabar harto de que todo el mundo le recuerde por Tesis?
¡No, para nada! Le diré que ahora mismo estoy hablando aquí para el As gracias a la película Tesis. Estoy trabajando porque un señor llamado Alejandro Amenábar decidió hacerme una segunda prueba porque la primera que hice para la película fue un auténtico desastre.
El éxito le llegó muy rápido, era usted muy joven.
Todo empezó en el Mundial 94 y el famoso codazo de Tassotti. Estaba viendo el Mundial en la Playa de San Juan con los amigos y decidí venirme a Madrid a estudiar interpretación. El verano siguiente ya estaba rodando Tesis. Fue increíble.
Era un grupo de gente totalmente desconocida.
Solamente Ana Torrent había hecho cosas de actriz. Eduardo Noriega estaba en tercero. Era todo muy irreal. La idea que yo tenía de un director de cine era un hombre mayor. Alejandro tenía 23 años y le veía como un chavalín. Pero de chavalín nada.
Pero ese chavalín parece que controlaba.
Era impresionante. Ver rodar a Alejandro con 23 años era algo alucinante. No perdía la calma nunca, lo tenía súper claro. Lo veías hablar con los jefes de equipo y se les caían los huevos literalmente, por el peso que tenía este tío y lo claro que tenía todo. Te razonaba todo y te explicaba técnicamente cómo tenía que ser. Y de pronto la peli se estrena y se lleva siete Goyas, entre ellos el mío.
Conseguir un Goya con 21 años, ¿Cómo marca?
Es raro. Acabé de hacer Tesis, que la hicimos en cinco semanas y media, y volví a estudiar. Y tras los Goya volví a ir a clase y flipando con mis compañeros. Eso hizo que yo no fuera consciente de todo lo que suponía hasta dos años después.
Y veinte años después, ¿lo valora de otra manera?
Pienso que te puedes pasar la vida sin conseguir otro. Pero aquí estoy, trabajando. Para mí el premio es ese: trabajar. Creo que el mejor currículum para un actor es su último trabajo. Has podio hacer lo más grande pero si de pronto lo que haces no motiva a que la gente te llame estás perdido.
Después de Amenábar, trabajó con Julio Médem y Pedro Almodóvar.
Son tres formas de trabajar diferentes. Son tres genios. Alejandro por el absoluto control de lo que está haciendo. Sabe lo que quiere y técnicamente es perfecto. Julio es más onírico y Pedro es visceral. Los tres viven para lo que hacen, para rodar. Me siento muy afortunado.
Dicen que es muy difícil trabajar con Pedro Almodóvar.
No estoy de acuerdo. He trabajado con él en dos de sus películas. Fue maravilloso. Era como un baile. El tío me iba dando notas y yo reaccionaba. Me decía algo y yo le devolvía algo más. Era como un partido de ping pong entre dos coreanos en una mesa pequeña. Pedro te da todas las facilidades para que tú construyas tu personaje. Lo que necesites. Es la generosidad pura y dura. Pero claro tú también le tienes que dar todo lo que tú tengas.
¿Ha habido directores que le hayan sacado de quicio?
Sí. Ver a alguien que está a por uvas me pone malo. Si un director me ordena algo me parece muy bien, pero quiero que me lo justifique. Cuando un director está a la postalita y no toma en serio mi trabajo entonces me cabreo. Funciono bien cuando hay buen ambiente a mi alrededor y sufro cuando hay tensiones en el rodaje.
Con la perilla y el bigote tiene pinta de lateral izquierdo leñero. ¿Ha jugado al fútbol?
Había un equipo en Alicante el Felipe Bergé al que fui a entrenar y duré dos días. Me parecía que al fútbol podía jugar en cualquier momento y en cualquier lugar pero estaba equivocado. Lo hacía tan mal que tuve claro que no era lo mío. Sin embargo, en el instituto fiché por un equipo de rugby, el Agra Bárbara que hoy es un equipazo.
Le he oído decir que el rugby es más noble que el fútbol.
Creo que si tuviera que apuntar a mi hijo en algún deporte le apuntaría a un equipo de rugby. Lo he experimentado en el Acra, jugando con chicos mayores y recuerdo que si protestabas te llamaban la atención. Es un juego duro pero en el que prima la caballerosidad.
¿Sigue tocando el bajo con su grupo ‘Las Ciruelas’?
El grupo ha pasado por muchos nombres. Fuimos Ciruelas, luego La virgen líquida y ahora somos Súper sudadas, pero llevamos sin tocar mucho tiempo. Dos somos actores, otro se dedica a la hostelería y el cuarto es auxiliar de vuelo. Así que lo tenemos difícil para reunirnos y hacer un poco de ruido.