Un Franchu maravilloso tapa las vergüenzas de Luca Zidane

Pese a esa trayectoria irregular y por momentos decadente este curso, queda fuera de toda duda que el Castilla cuenta con talento en su plantilla, con jugadores de fuste y futuro; queda en el debe de Solari no haber sido capaz de sacarles más jugo, al menos el suficiente como para asomarse a la lucha por el ascenso. No sólo no lo ha logrado, sino que el filial del Real Madrid ha vivido últimamente en un peligroso coqueteo con la quema que, por suerte, parece llegado a su fin. El triunfo sobre el Cerceda, colista y virtualmente desahuciado, desactivó buena parte de las alarmas e ilusionó al castillismo (y por prolongación, al madridismo) con el show del argentino Franchu, ya extremo destacado en el exitoso Juvenil 2016-17 de Guti. Su primer curso en Segunda B estaba dejando más bien poco, hasta su estallido en el Di Stéfano ante el Cerceda: sus dos primeros goles en Liga, ambos de museo, además de una asistencia y una colección extensísima de desbordes y regates.

Primero, le dio el tanto inicial a Cristo con una diagonal por la derecha en la que limpió varios rivales; le acompañó el delantero tinerfeño, que con un primer toque orientó su control y con el segundo soltó su empeine con violencia. Fue todo el premio que cazó el Castilla antes del descanso, en un primer tiempo de control y empuje ante un Cerceda encerrado, conscientemente inferior y con un plan ajustado a su realidad. El filial blanco combatió el apelotonamiento en el área rival tirando de gatillo fácil en los disparos: probaron Fidalgo, Cristo, Tejero, Javi Sánchez… Faltó lo de siempre en el Castilla, la puntería que sí apareció al regreso del intermedio: Quezada hizo el segundo de volea (con posible fuera de juego posicional de Fidalgo) y Franchu, el tercero de estupendo latigazo cruzado desde la frontal.

El Cerceda, con nada que perder y que hasta entonces había tenido en el delantero Luariz una isla inalcanzable, se soltó la melena y, al menos, se asomó al área rival, con peligro escaso. Pero quién necesita generar peligro cuando se tiene enfrente a un Luca Zidane calamitoso. El hijo del técnico del primer equipo dio vida al Cerceda tragándose un disparo centrado de Kike Pérez y saliendo en conducción con el balón para que de nuevo Kike le robase la cartera y anotase a puerta vacía. Dos cantadas dantescas en cuatro minutos que, por suerte para el Castilla, Franchu anestesió entre medias con su segundo gol, más bello aún que el primero: recibió en el mediocampo y, en vertiginoso sprint, combinando arranque y habilidad, dejó atrás a tres defensores para anotar con pausa ante Magunazelaia. Argentino tenía que ser.