El perico pasa del enfado y el hastío a la desconexión
Ni resultados, ni juego ni palabras: son muchos los factores por los que al Espanyol le cuesta transmitir. Hará falta pedagogía para explicar el futuro.
Se trata de una simple anécdota, pero resulta demasiado sintomática: uno de los mayores aplausos en el Espanyol-Alavés del domingo lo arrancó la escena en que Sergi Darder explotaba con la bota un globo que se había colado en el césped. Guasa, e incluso ironía, para pasar el trago de un partido infumable. El último (hasta ahora) de muchos en una temporada que debía ser la del gran salto —una vez más— y que agota sus días bajo el riesgo de lo peor que puede sucederle a cualquier persona, equipo o club: la indiferencia.
La razón primaria del desencanto radica en la clasificación, con la permanencia atada pero sin opciones de luchar siquiera por Europa, que se acentúa si se compara con el primer curso del proyecto: a estas alturas, sumaban los de Quique Sánchez Flores 43 puntos. Y 16 tantos más, un dato importante en un deporte donde lo que engancha es la salsa del gol. Pero la desconexión se debe también a los altibajos de un conjunto incapaz de encontrar la regularidad en todo el campeonato: el ejemplo último es cómo se pasa de la vistosa remontada ante la Real Sociedad (2-1) a la dura goleada contra el Betis (3-0) y el insulso empate a nada frente al Alavés (0-0). Razón que engarza con otra igual de crucial: la involución en el juego. El partido del domingo condensó la temporada en 90 minutos: estilo asociativo primero y directo después, pero ninguno funcionó.
Finalmente, está el mensaje. No cuajan las palabras de plantilla y entrenador durante la semana, pues no casan con lo que se ve en el campo. Hará falta pedagogía para explicar con transparencia y sin tapujos el Espanyol que viene.
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