El estilo de Valverde que acerca LaLiga al Barcelona
Su discurso tras la Supercopa, el 4-4-2 con la nueva ubicación de Messi, los cambios de Getafe, el once del Bernabéu, la remontada de Anoeta…, su rutina tranquila de victorias.
Ernesto Valverde firmó por dos temporadas más una opcional en el Barça después de un curso en el que el club azulgrana sólo ganó la Copa y el Madrid, el doblete. A la adversa situación de salida se sumaron unas turbulencias exageradas a su llegada, especialmente el adiós de Neymar que pareció dejar al club sin su principal activo deportivo para el futuro y de proyección mundial para el presente. A eso se unió el simulacro de moción de censura de Agustí Benedito, sin fuerzo pero con ruido para zarandear un poco más la estabilidad del club y, finalmente, el triunfo sin reparos del Madrid en la Supercopa ante el que Valverde reaccionó con un escueto: “No es invencible, perderá”.
El discurso ya estaba pronunciado. Había que ponerse manos a la obra. Mientras esperaba a los refuerzos, utilizó a los jugadores que tenía: sí, a Deulofeu, Denis, Aleix. En silencio, además, asentó el 4-4-2 en favor del 4-3-3. Nadie levantó demasiado la voz ante un acto que en otra época se hubiese considerado una herejía en Can Barça. Viva el pragmatismo. Se trataba de ganar partidos. El nuevo sistema, además, volvía a centrar a Messi en el campo. Aunque con Luis Enrique ya había iniciado el viaje de vuelta de la banda al centro, el 4-4-2 lo dejaba más claro aún. Una fuerte columna vertebral (Piqué-Umtiti, Busquets-Rakitic, Messi-Suárez) más Ter Stegen empezó a dar pronto sus brutos: victorias ante Betis, Alavés y Juventus sin alcanzar goles.
A Valverde le empezaron a salir bien incluso los cambios. En Getafe, en la primera situación de apuro de la temporada, metió a Paulinho y Denis para levantar un partido difícil ante un rival áspero como se demostraría luego en el Camp Nou. Los dos cambios hicieron los dos goles. Fuera de casa el Barça ha sumado 37 puntos, sólo uno menos que en el Camp Nou. Ahí es donde se ha probado el carácter de un equipo que no se arrugó cuando fue perdiendo en dos campos durísimos como el Wanda y Mestalla y que logró remontadas como la de Anoeta: de 2-0 a 2-4.
Valverde ha dejado también partidos de autor como en el Bernabéu, cuando metió a Paulinho muy arriba en la presión y dejó que el Madrid fuese viniendo para acabar asestándole tres golpes en una segunda parte de manual. Para el final de la primera vuelta, el Barça tenía media Liga en el bote. Esa ha sido otra de las claves del Txingurri: crear una rutina ganadora o de buenos resultados en la segunda vuelta sin resultar estridente. Y tener el buen pulso para no alterarse después de inesperados empates (Getafe o Las Palmas). Crear secuencias de dos o tres victorias y un empate que son la llave de la regularidad y le han permitido acabar por distanciar al Atlético de Madrid.
Y, sobre todo, ha encontrado la complicidad del vestuario. En este viaje que tanto desgasta en los clubes de súper-élite entre jugadores y técnico, el discurso de la normalidad y la conversación llega. Valverde llegó para “darle una vuelta al modelo”. Eso todavía está por demostrar pero lo que es evidente es que sí ha explorado en las almas de los jugadores del Barça para encontrar, otra vez, ese equipo inequívocamente ganador que ya toca su séptima de las últimas diez Ligas.