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Atlético ATM
1
Griezmann 33'
Girona GIR
1
Portu 72'
Finalizado

ATLETICO 1 - GIRONA 1

Portu castigó a Simeone

Con 1-0 y con 20 minutos aún por jugarse, el Cholo ya había sustituido a Costa y a Griezmann pensando en la Copa y lo pagó. Paso atrás del Atleti en la lucha por la Liga.

Madrid
El Girona celebra el gol de Pirtu, el 1-1, en el Wanda Metropolitano ante el Atlético de Madrid.
El Girona celebra el gol de Pirtu, el 1-1, en el Wanda Metropolitano ante el Atlético de Madrid. BallesterosEFE

Miedo. Esa sensación que paraliza las piernas, que bloquea, que llena de ácido láctico hasta la cabeza. Ese miedo que al Atleti ya había atenazado tres días antes, ante el Sevilla, estaba ahí de nuevo. Y llenaba los últimos minutos ante el Girona. Porque Costa y Griezmann ya no estaban sobre el césped, y Portu ya había marcado, y el luminoso decía 1-1, y todos sus ataques, sin velocidad, sin desmarques, sin fe, desesperados, se chocaban contra el muro catalán. Era el 90’ cuando las bufandas ahogaron. Porque pudo el Girona ser Sevilla y hacer del 1-0 una remontada. Pero Oblak salió ante Olunga para desbaratar su contra, derribándole, jugándose la roja, y dejar el 1-1; y ese miedo, en el aire.

Había comenzado el partido en todo lo contrario. Sin Godín ni Gabi ni Koke, la C de capitán rojiblanca estrenaba bíceps, el de Saúl, 23 años. Era el pivote junto a Thomas de un once declaración de intenciones del Cholo. Si hace una vuelta, un Girona debutante y bisoño le había descosido por las bandas, en su casa, Simeone, con sus platos y sus vasos, también sacó un espejo: ante los carrileros de Machín, un cambio de sistema para dar banda a dos coyotes, Vrsaljko y Carrasco.

Buscaba ser más directo y vertical. Y lo fue en los primeros minutos, sumando dos tiros consecutivos, pero después se fue espesando ante un Girona compacto. Dormido el juego, un balón picado de Correa que se topó con el guante de Bono y una cojera de Grizi tras un golpe, para miedo mortal del Cholo, fue lo más interesante que pasó en un partido tan entretenido como mirar un televisor apagado. Ambos jugaban en treinta metros, siempre en horizontal, alrededor del círculo central.

Pero en el momento en que Costa rozó un balón, todo cambió. Se llevó un coscorrón y abracadabra, llegó el gol. Sorprendió Thomas a la defensa con un globo hacia el hispanobrasileño que éste, mientras Bono le clavaba el codo en su salida, dejaba de cabeza y de cara a Griezmann. Volea del francés y Costa al suelo. Otro día más en la oficina. Y Simeone que ya tiene lo que buscaba. Su anillo. Mi tesoooro. El 1-0.

Dominaba ya el Atleti con Thomas crecido en el centro, barriendo y creando, y Griezmann y Carrasco, dos artistas convertidos en obreros, robando balones, sin dejar de correr hacia atrás como hacia arriba, cuando el Girona se acercó a los dominios de Oblak. Al fin, pero se iría como vendría, sin gol. Era el final de la primera parte y la ocasión no sólo confirmaría que Oblak no era de escayola ni allí estaba de adorno. Lo hacía de verdad y sus guantes parecen fabricados de un material especial que atrae balones. Como se quedó ése que Portu le pateó a dos metros justo antes de que el árbitro pitara el descanso, aunque el Girona pidiese córner.

La segunda parte comenzó con cambio en la portería de Machín. Bono había terminado la primera con molestias y no volvería. Gorka se ponía bajo palos y el Atleti jugó a guardar su resultado, conformista, sin presionar, con algún chispazo mal resuelto. Porque Carrasco no remató bien un mano a mano ante Gorka y justo después Costa empezó a llevarse una mano a los abductores. El miedo. Ahí estaba, en el 60’. El miedo, y el Sevilla, el martes, la Copa. Y Simeone quitó a Costa y luego a Griezmann y el Girona que rondaba a Oblak cada vez más en serio, cada vez más. Terminó el cántaro rompiéndose.

Una falta que pareció que no era de Vrsaljko la despejó Oblak como suele, con milagro, pero el rechace se quedó en el área porque Koke, que llevaba nada en el césped, lo envió arriba y no lejos. Bernardo, listo, cabeceó y Portu, atento, remachó a gol ante Oblak para castigar a Simeone. Por su osadía de quitar a Griezmann tan pronto. Para llenar el aire de esa sensación pegajosa que no se iría, ni con el final.