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Iglesias estropea un partidazo
MANUEL BRUQUEEFE

Valencia y Barcelona empataron a uno en un partidazo que fue desvirtuado por una actuación catástrofica de un árbitro que no estuvo a la altura de los contendientes. Es un misterio como Iglesias Villanueva, uno de los árbitros peor coinsiderados en el ránking del Comité, pudo llegar a ser designado para dirigir el partido que podía marcar el devenir inmediato de la Liga.

Evidentemente, no estuvo a la altura y perjudicó claramente al Barcelona al no concederle un gol de Messi que entró un metro en la portería de Neto y que vio todo el mundo menos él y su asistente y luego cometió un error garrafal de interpretación del reglamento al no amonestar a Rodrigo que tras marcar su gol se puso una peluca naranja a cuatro metros suyo. Villanueva se fue hacia él con la tarjeta en la mano y se la volvió a guardar. Minutos después amonestó al delantero local que vio su primera amarilla (que tenía que ser la segunda). Entre tanto, paró el partido para que Garay se cambiara las medias que llevaba agujereadas. Lo paró en el minuto 50. Garay jugó con las medias agujereadas desde el primer minuto. Un recital del colegiado.

Hasta aquí todo lo que el árbitro trató de estropear, pero a pesar de él, se pudo ver un magnífico partido de fútbol que ni siquiera un incompetente pudo frustrar.

La puesta en escena del partido fue claramente del Barcelona, que jugó en Mestalla sus mejores 45 minutos de la temporada. Fue un Barça intenso, concentrado, agresivo y tácticamente casi perfecto. El Valencia ni olió la pelota en el primer acto de un partido en el que los blaugrana volvieron a echar de menos frescura y precisión en los metros finales. Rakitic, Paulinho, Messi e Iniesta, casi siempre desde lejos, pusieron a prueba a Neto, que estuvo impecable excepto en el remate de Leo desde la frontal que se le coló entre las piernas y que sacó cuando había sobrepasado claramente la linea de gol ante la desesperación de la defensa local, la tristeza del público, la alegría de los visitantes y la inopia del equipo arbitral. De las 47.775 personas que estaban en el estadio sólo dos no se enteraron que la pelota había entrado. Precisamente, las que estaban ahí cobrando una pasta para validar la acción.

Si la primera parte fue del Barcelona, en la segunda cambió el decorado como era de esperar. El Valencia no podía seguir siendo un corderito y a los barcelonista antes o después les iba a pasar factura el partido de Champions del miércoles ante la Juventus.

Salió el Valencia mucho más intenso y agresivo y Semedo empezó a pasarlo fatal defendiendo su posición, por donde Gayà y Guedes se proyectaban como centellas. En una de estas jugadas, el Valencia hizo lo que fue incapaz de hacer el Barça durante toda la primera parte: acertar en el último pase. Gayà llegó a la línea de fondo y Rodrigo marcó. Posteriormente, vino la celebración de la peluca a la vista de todo el mundo menos del colegiado.

Trató el Barcelona de reponerse al golpe jugando con más velocidad, pero peor que en el primer tiempo. Valverde movió el banquillo de inmediato, pero la reacción llegó con una jugada marca de la casa. La combita de Messi habilitando la progresión de Jordi Alba, que sin dejar caer la pelota logró un empate que arreglaba parcialmente el desaguisado del árbitro. Pero el fútbol es tan grande que resiste esto y más.

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