Isco, por arte de magia
Exhibición de Isco, con dos goles y una colección de arte. Morata marcó nada más entrar. Villa volvió a la Selección. Iniesta aclamado. Italia no existi Luis Enrique es el nuevo seleccionador español
Por arte de magia, la que le sobra a Isco, España está a un paso del Mundial. Desde el himno hasta la ducha, la Selección fue mejor que Italia y se entregó feliz y desenfadada al malagueño, que fue el lazo y el martillo, el adorno y el gol. Fue el sueño de una noche de verano, en la que lució Asensio, marcó Morata, se premió la carrera de Iniesta y regresó Villa del pasado para apuntarse al futuro. Un partido para volver a sentir a España como una selección de sangre azul.
A Lopetegui debieron convencerle los ensayos previos, todos tras el biombo, y presentó una España sin nueve. Quitar el punta de referencia es esconderle al rival el punto de desembarco, con el peligro de que quizá no haya desembarco. Así que España se fue a por el partido con un ataque liviano, sedoso e imprevisible, con Asensio vencido a la izquierda e Isco y Silva cambiándose los papeles, ocultando a Italia los planes del choque. Ventura, tan poco impresionable como lo ha sido su selección a lo largo de los tiempos, opuso un 4-2-4, con un frente de ataque amplio y dos rematadores, Belotti e Immobile, por delante de Verratti, sueño imposible del Barça, y De Rossi. Una Italia vanguardista para un país de arte en el que el fútbol fue su industria pesada. Pero la misma Italia de siempre, construida de cemento y resistente a la derrota.
Una falta, un gol
Sin embargo, esta vez le salió barato el gol a España, que apenas había acabado de tomar la iniciativa cuando se vio en ventaja. Le hicieron una falta a Asensio y la lanzó con sutileza Isco sobre la barrera. Buffon despegó tarde y España despegó pronto gracias a un madridista, el sueño de un Bernabéu que ahogó sus instintos y disimuló su desafecto hacia Piqué: los aplausos golearon pronto a los pitos iniciales.
España sintió que la cámara acorazada estaba abierta y fue desplegándose con un argumento irrevocable: sus futbolistas son inevitablemente mejores que los de Ventura. Italia dejó una primera respuesta en un buen cabezazo de Belotti rechazado por De Gea, pero luego fue desamueblándose entre ese juego combinativo de la selección que acabó por ser un taladro.
España no resultó un vendaval, pero fue manejando inteligentemente el duelo sin descargar adrenalina, con Iniesta más lejos de la extinción de lo que se aventura, con Busquets y Koke poniendo la fibra en el centro del campo, con Asensio estirándose por la izquierda, con Silva simulando el rematador que no es y con Isco añadiendo a su magia un gran sentido del deber y una contundencia que le ha ido dando el tiempo. La regeneración de la España que fue y que puede volver a ser empieza en él. No es Xavi ni lo pretende, pero se pueden hacer grandes planes en torno a su enorme talento.
Sin reacción italiana
A un paso del descanso tomó una pelota al borde del área, se abrió un par de metros y metió un izquierdazo junto al palo esta vez incontestable. Dos goles en un tiempo, uno con cada pierna, y un estadio boca abajo. Nada aprieta tanto como el Bernabéu ante las grandes ocasiones.
Italia, que ha tenido siempre siete vidas, no encuentra un jugador al que engancharse en situaciones extremas, lo que fueron Rossi o Baggio en tiempos de esplendor. Está bien su propuesta pero faltan los futbolistas. Más si le abandona el acierto arriba, porque a vuelta del descanso Insigne y Belotti se dejaron ir dos buenas opciones. En la primera estuvo de Gea, en la segunda el cabezazo resultó demasiado forzado. Ahí se acabó la batalla. Con pasos de ballet, Silva ya como delantero centro señuelo y sin descuidos atrás, la Selección conservó su tesoro. Y le fue dando a Isco la importancia que mereció. Pisando todos los terrenos, dejando un caño de videoteca, entregándole medio gol a Carvajal.
Ventura metió a Bernardeschi y Eder y Lopetegui le puso un nueve, Morata, para enseñarle los dientes. Iniesta se marchó aclamadísimo por un público que nunca le vio con ojos de madridista radical. Y Morata discutió la teoría del falso nueve con un gol en jugada de lateral derecho de Sergio Ramos, al que el marcador desinhibió definitivamente. Un marcador redondo para un partido redondo. El imperio, esta vez sí, contraataca.