Cinco goles y otra baja
El Atlético goleó a Las Palmas con un inicio eléctrico. Gameiro por partida doble, Saúl, Thomas y Torres, autores de los goles. Giménez se marchó tocado.
A los dos minutos, el partido ya se había acabado. Dio igual que Setién saliera con todos sus nombres, todos los buenos: lo que le separaba del Atleti decidiría. Si uno, Las Palmas, no se jugaba nada salvo honor, el otro lo hacía todo, seguir tercero. Cada jornada es lo mismo, ganar o ganar, sin colchón.
Por eso ayer a los dos minutos ya lo hacía. Marcaría Gameiro, ayer titular por primera vez desde marzo. Llega a tiempo, se sube a bordo cuando ahí asoma el gran reto, la esquina del Bernabéu, la semifinal de Champions, el Madrid. El francés puso la pierna derecha para rematar a bocajarro ante Varas un centro que ya era medio gol: venía desde la izquierda y lo firmaba Saúl. ¿Tiene techo? No se atisba.
Como tampoco ayer se atisbaba a Las Palmas. Sus once futbolistas eran sólo nombres escritos en un papel, en el acta, pero no hombres en un campo de fútbol. De Tana nada, de Boateng nada, de Roque Mesa sólo su bigotillo de galán de telenovela y hasta sus puntas parecían encogidas a la sombra de dos gigantes, Gabi y Saúl. Peor sería Jesé. El hombre que dice que Griezmann no tiene nivel para el Madrid, a la nada le sumaría pronto negativos: en el 30’ fingió piscina en el área y vio tarjeta. Como actor tampoco.
Y mientras Jesé miraba (eso que ocurría a su alrededor era un partido de fútbol, lo redondo, de color blanco, que iba de unos a otros, un balón), Saúl pedía foco para ser el protagonista de esa vieja película rojiblanca que tantas alegrías daba: el balón parado. Córner, salto ante Bigas y cabezazo de libro. Sube y sube el techo. El aire del Gran Canaria ya era un silbido cada vez que su equipo tenía balón, aunque, la verdad, le duraba poco. Sólo Halilovic ponía ganas, pero era como agitar una gaseosa y dejarla suelta. Un barullo.
Setién parecía de cera. Ni pestañeaba. El Atlético se quitaba la presión de Las Palmas de encima como quien se aparta un pañuelo de la cara, tan fácil. Combinaba y disfrutaba, haciendo un rondo de 105x68 metros, todo el campo, sin rival. Griezmann, incluso, renunció a un gol por echar fuera un balón al ver a un rival en el suelo, Macedo. Jesé, apunta.
El tercer gol llegaría antes del 20’ y el balón pasaría por cinco rojiblancos antes de volver a encajarse en el fondo de la red de Varas. Lo enviaría allí otra vez Gameiro. Gaitán le filtraría el pase. Otro que se sube.
A la hora de partido, Simeone pudo empezar a pensar en Champions. Todo seguía como antes del descanso: Las Palmas perdía un balón cada dos pisadas y Jesé sólo era una copia decolorada y triste del Jesé que fue. El primero en descansar sería Gameiro, poco después de estampar en el palo un balón que olía a hat-trick. En la jugada siguiente, Halilovic intentaría un remate ante Oblak. El único. Paró el portero. Los silbidos no se irían del aire.
Entonces Boateng saltó a por un balón ante Giménez y al Atleti la tarde plácida se le llenaría de nubes. La consecuencia serían dos: roja al primero por doble amarilla y brazo tintado del segundo arriba, pidiendo el cambio. “Adductor”. Alarma roja. Giménez roto, el lateral derecho de urgencia de un Cholo sin laterales derechos. Y en tres días la Champions, el Bernabéu. La sombra de su lesión no la espantarían ni los goles que aún quedarían, los de Thomas y Torres. Seguía ahí, sumada a la de Juanfran hace una semana, a la de Carrasco el martes. Tantas últimamente, cercando como un virus.
Cuando al Cholo lo engulló el túnel, Las Palmas había pasado y en su cabeza, las cábalas. Había recuperado el gol, pero... ¿quién puede ser el martes su lateral derecho?
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