Jugar con exigencias, presiones y angustias bloquea las piernas y nubla el panorama, pero entre hacerlo por alcanzar un premio o por eludir un drama hay un abismo. De eso quiere aprovecharse hoy el Villarreal para atar su regreso a Europa. El Sporting quemará su última bala por recortarle puntos a Leganés y Depor en busca de un milagro que le aleje de Segunda. Y eso le puede hacer jugar a tumba abierta, con lo que ello supone cuando tienes enfrente a un rival al que le encanta la contra y, además, cuando dejas a Douglas vigilando la cueva de uno de los equipos más vulnerables en defensa.
La empresa para el equipo de Rubí es complicada. El Villarreal, sin enamorar, va camino de redondear una semana grande. Venció de aquella manera al Leganés y tumbó por segunda vez esta temporada al Atleti en el Calderón. Para este encuentro tirará por las sanciones de Musacchio y Jaume Costa de una zaga que sólo jugó una vez junta en agosto (1-1 en Granada), pero recuperará a varios titulares (Soriano, Soldado y Bakambu) que fueron suplentes el martes por la dictadura de las rotaciones. No parece un plan sencillo para el Sporting atravesar la portería de un guardameta en forma, Andrés Fernández, ni de derribar una muralla amarilla que sólo encaja más goles que la que protege a Oblak.
Pese al cansancio de jugar cada tres días, el Sporting deberá morir con lo mejor que tiene para buscar su segundo triunfo a domicilio. Jugará aferrado al balón parado de Víctor Rodríguez, al desborde de Burgui y al corazón y la inteligencia de Vesga. La duda es si con eso le da para afrontar con vida las siguientes tres jornadas o si simplemente es una buena base sobre la que construir, una vez más, un proyecto para volver pronto al escaparate de Primera.