Adelardo: “Ay, esta foto: ¡el Toto! Siempre iba con el ‘Viva España’ de Manolo Escobar”
AS recorre con Adelardo la exposición del Calderón de Los 50. La clausura se adelanta un día: será el viernes 7 de abril, a las 15:30 horas.
Ay, la vida, cómo pasa...”. Eso es lo primero que a Adelardo se le escapa al poner un pie en La Casa del Reloj donde Los 50, en las últimas semanas, han despedido el Calderón con una exposición a golpe de foto: hay 190, repartidas en 16 paneles, para contarlo desde todos sus ángulos. Del blanco y negro al color, en partidos, música, portadas de AS y hasta el escudo de Luis. Hoy, además, tienen voz. Es la de Adelardo, que la visita con AS. “Cuánto recuerdo...”.
Todos. Cada foto que mira no le cuenta solo la historia del estadio, también es la suya. “Yo vine a Madrid en septiembre de 1959 y creí que no iba a jugar en el Atleti. Estaban Peiró, Collar... ¡Era imposible! Pero cuando llegó la Liga, Daucik me llevó a Las Palmas, me puso titular e hice el primero”. Defendería la rojiblanca 17 temporadas, 585 partidos, el que más. Muchos los tiene ahí enfrente, en esas paredes.
La primera foto que se topa ni siquiera es foto, sino cartel: su partido-homenaje al retirarse; le rodean todos sus títulos. “Jugué media hora y lloré, lloré mucho”. No es, sin embargo, su foto favorita. Aquella está unos pasos más allá, justo después del recuerdo al Metropolitano (“mira, ahí estaba La Gradona, con toda la gente de pie: cuando metíamos gol se venía para abajo”) y el estreno del Vicente Calderón, entonces Manzanares: “Yo lo jugué y fíjate cómo estaba, casi sin grada “. Y también sin calles alrededor, pero igual daba. “Era un estadio mucho mejor, con todos sentados”. ¿La anécdota? El agua filtrada al vestuario los días de lluvia: “Como esa parte estaba aún sin techar había goteras”. ¿Su solución? Paraguas y a correr.
La Liga ganada en el 70. Marcel Domingo. Max Merkel (“Qué fuerza nos dio: corríamos como demonios”). “Y mira, el Toto Lorenzo: iba a todas partes con un cacharro con Manolo Escobar. Lo escuchábamos, “Que Viiiiva España”, y decíamos: “Mira, por ahí va el míster”. Era argentino pero esta era su manera de darnos moral”, dice justo antes de llegar a su destino: la Intercontinental.
Favorita. Ahí está su foto favorita, levantándola. “Nos dio el premio que quizá merecimos llevarnos en Bruselas”. En la Copa de Europa ante el Bayern, con aquel gol “de ese Schwarzenbeck” en el que no quiere pensar. Se queda con el de Ayala, en esta Intercontinental. Era el partido 18 de Luis como entrenador. “Éramos compañeros y al día siguiente llegó con el silbato y el usted”, explica. “A mí me decía: ‘Porri, venga, sal y organízame el centro un poco”, ríe al pasar por las finales de Copa en el Calderón, sus conciertos (“me gustan Sabina y Marta Sánchez”), los Villa de Madrid. Antes de detenerse ante otra foto que le vuelve a sacar un ay, la vida. Es del 75 aniversario del estadio: “Mira, Agustín ya no está, Polo tampoco, ni Glaría, San Román, Cobo, Buendía, ni Callejo. De ella a sólo quedamos Miguel y yo; fíjate que foto, fíjate...”.
Le roba la voz hasta que no ve el panel final. La remontada al Cagliari (“¡qué noche de Luis, tres goles!”) y la semifinal ante el Celtic, su mejor partido. “Cuando marqué, sentí que se me abrían las carnes, una paz...’, pensé”. Fue el 2-0. El Atleti estaba en la final de Bruselas.
“Esta exposición es la historia de un club y de este campo del que nos vamos”, encomia después de sonreír para la cuarta foto que le piden, antes de mirarla por última vez con cierto aire de nostalgia. También es su historia, la suya propia, la del capitán que levantó la Copa Intercontinental el día que el Atleti fue campeón del mundo, Adelardo Rodríguez.
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