Los ojos de Johan
La figura de Cruyff es trascendental en el fútbol mundial, pues el holandés es el origen de la historia moderna de este deporte.
Uno no muere hasta que cobra vida su ausencia. Así es cómo los supervivientes no descubren el vacío hasta dejar atrás la vorágine de condolencias que se atraviesa desde que uno se apaga hasta que es velado y enterrado. Es ahí, al volver del cementerio y sentarse en el sofá, cuando ya no está. Y es después, al no estar, cuando a uno le da por pensar.
“De pequeño, vi una sola vez a Cruyff. Carezco de recuerdo concreto. Sólo soy consciente de haber visto a Cruyff en todas las partes del campo”, Guillem Martínez define con esta simplicidad de niño la complejidad que un adulto no puede comprender a la primera. Esa “juerga libertaria y divertida” en la que “miraras por donde miraras, allí estaba Cruyff”. Era el fútbol total.
De corto, Johan ya destacaba por inteligencia táctica y talento para leer el juego. Más allá de la técnica excepcional, el holandés paliaba su aparente fragilidad física con una inusitada capacidad para frenar y acelerar, que auspiciaba la improvisación por delante de cada movimiento rival y sortear, así, defensas y demás entradas que sufriese.
“Si uno no es fuerte, tiene que ser listo. Aprendes a desarrollar tu calidad, a controlar, a esquivar, a pasar bien”, solía repetir Cruyff, consciente que el éxito pasaba por asumir las limitaciones para potenciar las virtudes. Era el especialista del engaño, algo que mostraría más adelante como entrenador.
La apabullante personalidad del holandés no dejó indiferente nada ni a nadie allá por donde pasó. Capaz de abandonar su Ajax en el momento álgido como futbolista para rescatar del ostracismo al Barcelona, e incluso de colgar las botas en el Feyenoord -eterno rival- por desavenencias con el equipo de Amsterdam. Gracias a su carácter irreverente, la figura de Cruyff es tremendamente relevante en la historia del fútbol.
De tal modo que la lectura equivocada e injusta de algunos incidentes le valieron la fama de avaro y pesetero. Sin embargo, como apunta Sebastiaan Faber, la biografía de Cruyff es la de una “emancipación radical”: Un chico de clase obrera que nace pobre, cuyo padre se le muere a los 12 años, y que seis años más tarde se convierte en un referente de su país.
Asimismo, si la lealtad al club y a su patria le importan poco es porque sabe que, en el fondo, es un mal verso. ¡La patria es un invento!, diría Martin Hache y Cruyff es consciente que tanto el Ajax y como el Barcelona forman parte del negocio del fútbol, mueven ingentes cantidades de dinero, y, por ende, no hay que rendirles ninguna fidelidad. O, como dice Faber: “La lealtad de Cruyff -aquí sí, incondicional- no era a los colectivos, era al juego”.
Papendal
Discípulo de Rinus Michels, volvió a sus orígenes para recuperar la idea sobre la que desarrollar una nueva forma de entender el deporte. Durante los primeros días en Papendal -primer stage de Cruyff como entrenador blaugrana, la génesis-, el sistema que proponía era uno en el que “prácticamente sólo creía aquella persona que estaba al lado de la pizarra”, según confesó más adelante Txiki Begiristain.
Más explícito fue Bakero, al destacar que el holandés “tenía una visión del juego diferente a todo lo que habíamos hecho en España, que era más sobre la fuerza, sobre el correr, sobre competir de una manera basada más en el esfuerzo. Él nos enseñó, sobre todo en la primera fase, que el fútbol era más de inteligencia, de tener el balón, más de controlar el juego”.
Además, los cambios en la organización de la cantera suponían que el filial pasase de ser el último paso formativo a convertirse en el primer paso profesional. Como señala Albert Morén, fue “toda una declaración de intenciones” que el primer y el segundo equipo se presentaran juntos ante la afición.
“El mayor mérito de Cruyff fue definir las funciones de cada uno de acuerdo al puesto que ocupa en el campo, y organizar el juego a partir del rondo, el espacio justo y necesario para dar precisión y velocidad al balón”, destaca Ramón Besa. Aunque pareciesen desordenados, lo que estaba ocupado era el espacio. Lo que estaba ordenado era el espacio, no los jugadores. Para el entrenador, el espacio es lo que había que llenar.
El mediocentro
“No se trata de correr, sino de jugar con el balón”, dogmatiza Johan Cruyff con insultante suficiencia. El técnico holandés estudiaba todos los roles concienzudamente en cada parcela del campo, empero guardaba especial recelo por la medular. Para Cruyff, la figura del mediocentro era el vórtice del juego.
Bajo este pretexto, Joan Barriach versa con deferencia que Johan “reconvirtió el páramo en una especie de paraíso en el que el mediocentro abría a los extremos y los defensas eran a la vez delanteros”. Además, el holandés demostró que un balón en los pies de un portero es un tesoro, no un una rifa entre rivales.
En este sentido, Milla destaca que el mediocentro sobre todo “tiene que ser un jugador inteligente, que elija bien, tanto en conceptos ofensivos como defensivos, que sea el primero que inicie el juego de su equipo, que dé continuidad entre defensa y juego de ataque, pero que luego sea el jugador que esté pendiente de ayudar a sus defensores”.
Esta filosofía quedó plasmada en el primer análisis que hizo Cruyff de Sergio Busquets para Pep Guardiola: “A los que ya tenías del primer equipo -más Pedro y Víctor Vázquez- ya le puedes sumar a Sergio Busquets. Técnicamente superior a Touré y Keita. Posicionalmente, apariencia de veterano. Con y sin balón. Con balón hizo fácil lo difícil: dar salida a uno/dos toques. Sin balón, otra lección: la de estar en el sitio justo para interceptar y recuperar corriendo lo justo. Y eso siendo joven e inexperto. Los mismos pecados de su técnico”.
Legado
“Así, eslabón a eslabón, terminó creando un equipo que dividía el campo en cuadrículas. La cuadrícula central se la terminó dando a Pep Guardiola, otro flaco famélico que jugaba con una inteligencia superior y que se alimentó de ese fútbol para terminar poniéndole método al colosal instinto de Johan. Se equivocan aquellos que dicen que Johan creó un gran equipo. Eso es reducir mucho su legado”, Valdano destaca el carácter precursor del holandés frente al éxito de su discípulo que más y mejor comulgó con el concepto futbolístico de Cruyff. “Guardiola es más cruyffista que Cruyff”, suele decir el argentino.
Asimismo, el de Sampedor no es el único profeta. Johan fue evangelizando allá por donde anduvo, inoculando una obra revolucionaria que no sólo ha sobrevivido a cualquier antídoto sino que ahora el Barcelona, en lugar de firmar preparadores extranjeros, exporta su manera de ver y sentir el juego a nivel mundial.
Creó una escuela que cambió la historia del Barcelona y del fútbol español. Sin restarle mérito al sello de los seleccionadores nacionales, una cosa es la mentalidad y otra distinta el carácter y la educación futbolística que diría el propio holandés.
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