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BARCELONA

Análisis: Luis Enrique sacó un as y salió reforzado del Calderón

Ganó en su partido 100 en Liga con un cambio de sistema atrevido. Demostró alternativas tácticas y que no ha perdido el control del vestuario.

Luis Enrique, dando órdenes en el Calderón.
Javier LizónEFE

Piqué dijo el lunes que iban “a muerte” con Luis Enrique y, por lo que pareció en el Calderón, sus palabras no eran huecas. Tampoco las informaciones que aseguraban que el asturiano se había metido en la oficina a buscar soluciones. De momento, parece haberlas encontrado. En su partido 100 de Liga (75 victorias, 14 empates y 11 derrotas, sólo un cuatro por ciento peor en victorias al balance de Guardiola: 79-14-7), usó su primer comodín y le salió cara. Luis Enrique salió del Manzanares reforzadísimo.

El Barça andaba moribundo desde los últimos quince minutos de la eliminatoria de Copa ante el Atlético. Había dado algún síntoma antes (Villamarín), pero lo del Camp Nou aquella noche fue definitivo. “Dormiré poco”, admitió el asturiano. Sabía que algo no andaba bien. Al Barça se le veía bloqueado. Cansado físicamente (“el calendario nos ha pasado factura”) y sin soluciones futbolísticas. El esperado batacazo llegó la peor noche, en el Parque de los Príncipes. Un 4-0 durísimo que pudo rematarse con un empate fatal ante el Leganés. Con la calma que dio el 2-1, y pese al terremoto que se anunciaba, Luis Enrique admitió que buscaría soluciones.

Jordi Alba, André Gomes y Rakitic saltaron del equipo en el Calderón. Luis Enrique alineó un once mixto que defendía con cuatro casi siempre pero que se convertía en sistema con tres centrales (Piqué-Umtiti-Mathieu) como dibujo inicial para salir en ataque. El plan tenía tintes cruyffistas, porque el falso 3-4-3 se componía con un rombo en el centro del campo cuyo vértice más adelantado era Messi. Rafinha, teórico extremo derecho, apenas se acostó en la banda y se metió como un centrocampista más para recuperar más fácil en defensa como interior derecho. Las cartas de Luis Enrique, por tanto, fueron jugar con un 4-4-2 en defensa (Neymar y Rafinha trabajando como interiores) y un 3-4-3 en ataque que permitió completa libertad para Messi y que acercaba a Suárez más a los puntos. Lo que no fue cruyffista fue la manera de sacar el balón (muchas pérdidas y balonazos por la presión atlética)

El Barça pareció sentirse más cómodo con ese nuevo sistema o, al menos, menos fiscalizado por los rivales, que le habían tomado la matrícula y habían neutralizado su 4-3-3 habitual hasta convertirlo en inocuo. La clave, tal vez, estuvo en la buena interpretación del sistema por los centrales. Piqué, Umtiti y Mathieu estuvieron a un nivel excelente, Sergi Roberto estuvo algo menos presionado en asuntos defensivos. Rafinha, además, pareció tener una marcha más que el resto de centrocampistas. Sólo Busquets e Iniesta parecieron lejos de su mejor rendimiento, todavía de vuelta como están de sus lesiones. De los tres de arriba volvieron a quedar pocas dudas. Messi solventó el partido, Suárez participó en los dos goles y Neymar, en su papel de chico malo, desquició al Atlético y fue un jugador comprometido.

Comprometido como estaba, y señalado en todas las portadas, Luis Enrique demostró lo que por un momento se dudaba de él: capacidad de reacción. Pensó durante días, pensó con frialdad y, en su partido cien, se sacó un as que le permitió salir reforzado por dos motivos. Se reivindicó como técnico con soluciones tácticas y la actitud de los jugadores demostró que no ha perdido el control del vestuario.

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