Bale ya está aquí
Tardó 13 minutos en marcar. También lo había hecho Morata antes. Lucas Vázquez fue un torbellino. El Espanyol pasó de puntillas por el Bernabéu.
Marcó Morata, volvió y marcó Bale y el Madrid presumió de fondo de armario en un partido que siempre tuvo en la palma de la mano. Zidane cuida a la plantilla como un jarrón de porcelana ante la que se avecina. Cristiano se quedó en blanco, pero su cooperación y su velocidad van a más. Y el Espanyol asistió sin rechistar
Aparcada la Champions, el Madrid aplicó sus descuentos habituales, en intensidad y en titulares. Así, con un ojo en el Espanyol y otro en su capacidad de carga para echarse a los lomos nueve partidos en 30 días, el equipo de Zidane despachó al de Quique sin prisas, paladeando su dominio, sumando futbolistas a la causa, promocionando a quienes habitualmente viajan en el pelotón.
Empezando por Morata, cuyo empeño por triunfar ha merecido mejor trato. De un cabezazo destatado, en envío preciso de Isco, desmanteló al Espanyol. Sacó mejor nota en insistencia que en pericia. También Isco ha recuperado el tacto y la jerarquía. Lucas Vázquez volvió a estar irreprochable, esta vez sacándole brillo a esa condición de extremo clásico, al que la vida siempre le lleva hasta la línea de fondo. También se gustó Cristiano en su nuevo papel de productor. Para la videoteca dejó una elástica con caño a la que le faltó el final feliz y una asistencia inconclusa a Morata. Le quitaron un penalti clamoroso en el descuento. No está en máximos para cada domingo juega mejor que el anterior. Nacho, relevo de Marcelo, sigue sin bajar del notable, aunque se fue tocado.
Partido de un solo color
Sin que sonaran fanfarrias, el Madrid le dio un recorrido clásico al partido. Esta vez sin tocar el chasis, con el 4-3-3 de reglamento, fue socavando la resistencia del Espanyol, primero desde el dominio y luego desde el peligro. Sin Casemiro y con Kroos como canciller, durante la primera media hora se consoló con encadenar córners, que sirven de consuelo pero revelan que no cuaja el último pase. El Espanyol sólo quiso ser escudo. Reyes, Jurado, Piatti y Gerard salieron para otra cosa, pero acabaron como escoltas. Casilla fue pantalla simbólica salvo en un tiro de Hernán Pérez.
Luego el Madrid adelantó la frontera de su presión, apretó por las bandas (esta vez con poco auxilio de los laterales) y se puso en ventaja sin perder nunca los planos del encuentro.
La segunda mitad fue también monocromática. con el Espanyol manteniendo la boca cerrada, sometido y sin pretensiones de cambiar su suerte. Con todo, y como el Madrid no acertaba con la puntilla, Zidane reclamó a Casemiro como cortavientos. Sólo Lucas quiso alborotar. También regresó Bale, en papel de extremo izquierdo, donde empezó todo. Arrancando desde esa circunscripción metió un gol a los 13 minutos de entrar, presumiendo de velocidad. Una forma magnífica de coger sensaciones. Y el Madrid recogió dividendos sin invertir demasiado, ensanchando su plantilla cuando se aprieta el calendario.