El Lagares y la Grada de Río
El techo dañado es el de la Grada de Río. Por debajo pasa el Lagares y, cuando hay temporal, ha ofrecido imágenes heroicas y memorables...
En todos los estadios de fútbol en frente de la Tribuna se situaba la grada de Preferencia. Balaídos era una excepción. Tribuna y Preferencia compartían el mismo lateral, y al otro lado se alzaba la Grada de Río, homenaje sin duda al Lagares, que desciende del parque de Castrelos y se canaliza bajo esa zona del estadio vigués. Hubo incluso que hacer un foso rodeando el césped. En los inviernos oceánicos del primer lustro de los años 70 el Lagares era algo más que el jugador número 12. Dos instantáneas reflejan mejor que nada aquella época. En una se ve a los dos equipos saliendo al campo desde los vestuarios sobre una tarima improvisada para salvar el cauce desbordado. En ese lodazal el Celta de entonces era imbatible. La otra es una foto de Zoco retirándose con cara de cabreo tras haber sido derrotado el Madrid y cubierto de barro desde la camiseta a las medias. Tiempos heroicos, de tejidos de algodón que permitían distinguir con un simple vistazo el grado de compromiso de cada jugador. Con las actuales prendas sintéticas e impermeables es casi imposible diferenciar al que brega del que se escaquea.
El segundo lustro ya fue más complicado, a pesar de que las borrascas atlánticas y el Lagares seguían echando una mano. Recuerdo siendo un niño, casi con una nitidez digital, un partido televisado de la temporada 78-79 entre el Celta y el Real Zaragoza. Los celestes buscaban asirse a su clavo ardiendo (la permanencia, no el título de Liga) y el Lagares no faltó a la cita. Se jugó sobre un pantano y pitaba Borrás del Barrio, que sino me engaña la memoria señaló hasta cinco penaltis, tres para los vigueses y dos a favor de los maños. Ganaron 5-3 los celestes y Mori transformó los tres del equipo local, pero de aquella no existía la moda de llevarse el balón a casa. El problema es que llegó el verano y dejó de llover. En la última jornada vino el Atlético de Madrid y no hubo penaltis. 2-2 y a Segunda.
En Balaídos el Lagares también jugaba cuando nos visitaba la Selección. Una vez Pablo Porta trajo a Holanda a Vigo para tratar de calmar con un guiño federativo a una afición muy cabreada con los arbitrajes. Hasta se amplió la pista del aeropuerto de Peinador para que aterrizara el avión procedente de Amsterdan. Una ciclogénesis explosiva (entonces se llamaban temporales, a secas) recibió a los tulipanes. El campo parecía un arrozal de la película Apocalisis Now que se estrenaba por esas fechas. Para completar la encerrona se fue la luz en el descanso. Recuerdo a Porta calarse una visera y chapotear en el barro camino del vestuario para convencer a los holandeses de que saliesen a jugar en la segunda parte mientras José María García clamaba en la radio contra la Federación por llevar en invierno un partido de la selección a Galicia, como si esto fuese el sudeste asiático en la época del monzón.
Al final ganamos con un gol de penalti, lo que permitió a Kubala presumir de haber derrotado a los subcampeones del mundo y a mí levantarme pronto para comprar el AS antes de ir a la escuela.
Ahora Balaídos ya casi nunca se inunda, pero la Grada de Río sigue fiel a su equipo y a su compromiso. Sabedora de las bajas ‘coperas’, ha echado una mano dejando que se desprendiese con el temporal parte de su vieja cubierta y allí no se juega hasta que vuelva de Vitoria el equipo titular. Ya lo dice la foliada del Celta que cada domingo cantan sus aficionados : ‘Díxolle ó sobrino o tío, ó entrar en Balaídos, se gañamos o domingo, fágoche socio de Río’.
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