Asenjo detiene al Sevilla
El palentino paró un penalti a Nasri e hizo dos paradas de dibujos animados a Ben Yedder e Iborra. Adrián pudo hacer el gol del Submarino.
Un Asenjo gigantesco le puso el candado al Sevilla y evitó su victoria con un penalti detenido a Samir Nasri y una parada de dibujos animados a Iborra. Haciendo fama a su condición de equipo menos goleado de la Liga y con un sistema defensivo casi perfecto, el Villarreal neutralizó las intentonas de un Sevilla menos clarividente que de costumbre. Enredado, no tuvo grandes recursos para burlar el plan de Escribá y tampoco tuvo muchas más ocasiones que el rival. El empate, unido a la derrota de la pasada semana en Cornellà, baja el ‘soufflé’ del sevillismo, que por un momento consideró posible la Liga. Ahora vuelve a verse algo lejos del sueño.
No pasaron grandes cosas en la primera parte pero entre ellas, cómo no, estuvo un paradón de Asenjo después de un remate de Ben Yedder que el palentino intuyó con maestría. Es Asenjo un portero iluminado, capaz de intuir y hacer paradas que salvan partidos.
El choque sí pudo cambiar definitivamente cuando Undiano, tal vez condicionado por un penalti evidente en la primera parte de Víctor Ruiz a Jovetic que no percibió, sí señaló un derribo light de Mario a Vitolo. Nasri apareció ante el balón visiblemente ansioso y algo asfixiado. Su golpeo fue flojísimo. El penalti fallado afligió al Sevilla, que pasó unos minutos groggy. Tanto que el Villarreal tuvo el gol en las botas de Adrián, que no firmó la ‘rentrée’ deseada. Jugó un buen partido pero falló dos mano a mano claros. Ese ha sido uno de los grandes debes de Adrián en su carrera y, por lo que parece, no será solucionado.
Dio arreones el Sevilla, a ratos con Vitolo y a ratos con Sarabia, que tuvo una aparición convincente en el partido. Pero nadie funcionó arriba en el Sevilla. Jovetic destacó menos que en sus primeros días de sevillista, Ben Yedder ya se había topado para siempre con Asenjo y de Vietto sólo hay malas noticias. El partido, en fin, quedó en manos de las paradas de Asenjo, que fueron alfa y omega de la matinal fría de Nervión donde no hubo caldera ni magia final.