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REAL MADRID 3 - REAL SOCIEDAD 0

El Madrid no deja pasar una

El equipo de Zidane, con más pegada que juego, despegó a Sevilla y Barça. Kovacic fue su remolque. Marcó Cristiano y pitaron a Benzema. Morata, goleador y aclamado. La Real, sin tino.

Madrid
Cristiano Ronaldo celebró así el segundo gol de Real Madrid a la Real Sociedad.
Cristiano Ronaldo celebró así el segundo gol de Real Madrid a la Real Sociedad.FELIPE SEVILLANO

Eso siempre lo tuvo el Madrid, la capacidad para el golpe de pedal en cuanto flaquea el perseguidor. Anda lejos de sí mismo, pero fue un ejemplo de eficiencia, conocedor de que el Barça ha regresado al velatorio. También coleccionó algunas buenas noticias: Kovacic es un suplente de alta fiabilidad, Cristiano se sacó el zumbido de la grada con un gol (y alguna mala cara también), Morata no se rinde ante la injusticia de vivir a la sombra de Benzema, Nacho es bálsamo de Fierabrás. Aún le falta el juego, pero con la ventaja seguro que se las apañará para asearse.

En el argot taurino se conoce como un tío al toro alto y con trapío, sobrado de defensas y de fiereza. La Real es un tío en esta Liga. El jueves, en Copa, le quitó al Barça la pelota. A este Madrid, que llegaba brumoso y frío como un mal enero, le quitó la iniciativa aunque no los puntos. Fue un equipo de hechuras, valeroso y con un plan. También sin munición. Hasta seis futbolistas mandó Eusebio al campo del Madrid para enturbiar la salida de la pelota, tarea fatigosa en el equipo blanco cuando no está Modric.

En realidad, todo parece fatigoso en el Madrid desde la derrota del Pizjuán. Para Danilo o Benzema, hasta pisar el Bernabéu. Pese a la campaña del vestuario en los medios del club y a la campaña del Betis quitándole dos puntos al Barça, fueron silbados en el anuncio de la alineación por megafonía. Este estadio es capaz de lamentar a un tiempo ausencias y presencias.

Esa frialdad alcanzó al equipo, que tardó en sentirse reconfortado con el rival, con el ambiente y consigo mismo. Los goles fueron su analgésico.

Un choque táctico

Una Real postindustrial, muy táctica y sin Vela, le alejó mucho de su área y le impidió atornillarse al encuentro hasta la segunda mitad. Fue magnífica la puesta en escena de Oyarzábal, un zurdo soberbio para las dos bandas, y de sus dos mediocentros, Illarramendi y Zurutuza. El partido fue de la Real hasta que se vio desencuadernada por un gran pase de Cristiano a Kovacic, bien resuelto por bajo por el croata ante la salida de Rulli.

Kovacic no es ni será Modric, le falta refinamiento en la conducción y claridad después de su primera arrancada, pero tiene personalidad y capacidad de arrastre. Rebajado de servicio Kroos, fue el remolque del Madrid en un partido muy equilibrado al comienzo en el que los de Zidane entendieron pronto que no se resolvería por el procedimiento de urgencia.

Benzema no completó su rehabilitación. Ahora es un delantero de fogueo, que incluso se trastabilla en la combinación, virtud que le ha servido de coartada durante toda su carrera, poco productiva en anotación. Juega a una temperatura que le disgusta al Bernabéu, que le pitó durante el partido y le despidió con palmas de cortesía cuando fue sustituido. El marcador amortiguó el disgusto.

Mientras, Cristiano está saliendo del apagón. Aún no sabe en qué momento perdió el embrujo. La desconfianza le alcanza hasta en su primer control, tantas veces lanzadera de sus goles. Volverá. Recuerden que hace menos de un mes era 'The Best'. Por eso no es permeable a los pitos. Se encaró con la grada en cuanto sonaron en su deshonor. Luego marcó, en pase con envoltorio de Kovacic, abrochado con un remate sutil del portugués, y dio por zanjada su controversia con la grada.

Mejor le fue a Lucas, evangelista del sacrificio y emparejado con un debutante, Kevin, al que le explicó bien lo que le espera en esta Liga. Afortunadamente para la Real, Íñigo Martínez resultó un extraordinario factor de corrección hasta que se le salió la cadena y se ganó la roja. La Real ya era cadáver en aquel momento.

La primera mitad se cerró con el gol de Kovacic, algunas escaramuzas y una enorme jugada de Juanmi y Oyarzábal que el excanterano del Málaga cruzó en exceso.

Pero a vuelta del descanso, la Real, que prometía una resistencia vietnamita a la derrota, se tragó un segundo gol, en otra disfunción a su espalda, con efecto casi paralizante.

Los cambios de Eusebio no cambiaron el rumbo. Vela y Prieto fueron menos que Oyarzábal y Willian José. Y Morata, que aterrizó en el partido entre el entusiasmo general, sobre todo porque salía Benzema, acabó por desmontar al equipo de Eusebio. Metió un gol, en estupendo servicio de Lucas Vázquez, y le anularon otro. Fue una carga de caballería, un futbolista con el que al Bernabéu se encariña fácilmente por su energía y porque a la afición esa propensión al trabajo le resulta familiar. Una afición que no le pasa una al equipo. Y un equipo, que no le pasa una al perseguidor.