Griezmann calla a San Mamés
El francés marcó el gol del empate después de que Lekue, con un golazo, y De Marcos, remontaran el tanto tempranero de Koke. El Atlético, a ocho puntos del líder.
Fueron Athletic y Atleti dos equipos que ayer intercambiaron golpes para dejar en San Mamés un partido de fútbol vibrante, intenso, que terminó en empate. Si Valverde tuvo el criterio de Iturraspe, la garra de Raúl García y el maravilloso caos que siempre desata Muniain, Simeone respondió con un futbolista, Griezmann, todo talento. Qué futbolista.
Estuvo el francés al principio y al final para el Atleti. Era el minuto tres cuando en San Mamés sonaba la red de la portería de Iraizoz por primera vez y Griezmann se daba la vuelta para señalar a Koke. “Es tuyo: yo no lo he tocado”, decía señalándole con el dedo, antes de abrazarle. Había sido una jugada confusa. Había parecido que el francés, que corría hacia la portería perseguido por Balenziaga, metía al final el pie para despistar a Iraizoz. Había parecido pero no: no había sido necesario. El balón que había salido como un centro chut de la bota de Koke en la frontal había entrado en la red siendo gol, sin que el francés mediara. Simeone ya tenía el partido agarrado fuerte de las solapas.
Había salido fuerte el Atleti. Avasallador. Asfixiante en la presión. Moviéndose rapidísimo, con Filipe en el inicio de todas las jugadas. Tardó muchísimos minutos el Athletic en espabilarse, como si hasta el 17 no hubiera sido consciente de que eso que pasaba en San Mamés era un partido, de que jugaba en su casa, de que enfrente tenía al Atlético y de que el Atlético ya le ganaba.
Tardó pero entró. Sin Aduriz, en la grada cumpliendo sanción y con un Williams intrascendente en el papel de 9, apareció en el 17’ a lomos de Raúl García. El aviso fue un disparo suyo desde la frontal que Moyá no terminó de atrapar y acabó en un balón solitario de paseo por la línea de gol antes de irse fuera. El león se había despertado y ya no dejaría de crecer. Crecer sobre un Iturraspe que presionaba, robaba y hacia suyo el centro. Crecer sobre un Muniain multiplicado, incansable entre líneas. Crecer ante un Atleti muy atrás, que había cedido demasiado campo. No sufría, sin embargo, Simeone.
Aunque el Atleti no tuviera el balón sí tenía el partido donde quería: esperando una contra que le diera el 0-2, tranquilidad. Pudo lograrla Carrasco pero cruzó demasiado el balón y justo después Lekue le estalló el plan a Simeone con un balón que envió, fortísimo, desde la frontal a la portería de Moyá sin que Giménez primero, después Godín y en última instancia Vrsaljko pudieran impedirlo. La red de la portería rojiblanca había sonado. Empate. Tres minutos después el árbitro pitaría el descanso.
Doce sumaba la segunda parte cuando Godín se despistó en un balón y quedó un vacío a la espalda de Giménez. Un hueco donde Raúl García envió un centro desde la derecha. Es lo que ocurre cuando en el equipo contrario juega alguien que te conoce tanto, que sabe de tus dudas y tus fallos, de tus talones de Aquiles: Rulo sólo tuvo que poner el balón sabiendo bien donde lo ponía. Ahí, a la espalda de Giménez, para que De Marcos, solo, pusiera la cabeza y batiera a Moyá. Gol. Remontada culminada
La respuesta de Simeone fue instantánea: Torres, Gaitán y Correa. La solución, sin embargo, ya la tenía sobre el césped, Grizi. Capaz como es de hacer brotar agua en desiertos, se echó el equipo a la espalda para eludir las trampas de Valverde y tumbar lo que parecía escrito, la derrota del Atleti. Dos veces más hizo sonar la red de Iraizoz.
La primera, con una vaselina sin ángulo, bellísima, que no valió, anulada por fuera de juego. La segunda con un disparo desde 25 metros y ante Laporte, San José y Bóveda, que nada pudieron hacer, sólo sentir cómo el balón les pasaba al lado como un avión para hacer el silencio en San Mamés. Este sí valía. Este fue el 2-2 final. El Athletic acaba la primera vuelta séptimo, a dos de Europa. El Atleti, cuarto, empatado con la Real. A seis del Barça, tercero. A ocho del Madrid, primero. Lejos, muy lejos.