De plantarse por impago en Segunda B a jugar en Primera
Se cumplen ocho años y un día del plante de los jugadores del Leganés que desembocó en la venta del club a su actual propietario.
Sucedió hace ocho años y un día. Suena a una condena. Y casi lo fue. De muerte, por ser precisos. El 14 de diciembre de 2008 el Leganés agonizaba. Rubén Fernández, entonces presidente y máximo accionista, había llevado al club al abismo. También arrastró a la desesperación a unos jugadores que acumulaban cuatro meses sin cobrar. El día a día era una tortura. Algunos apenas podían pagar la gasolina para ir a los entrenos.
Pese a todo, aquella plantilla, una de las mejores que jamás ha tenido el Lega en Segunda B, mantenía con dignidad el tipo. Los chicos de David Gordo rondaban el liderato del Grupo II. Pero la paciencia llegó a su límite. Había que hacer algo. “Descartamos la huelga. Se nos ocurrió arrodillarnos en el inicio de un partido”, explica Raúl Moreno, portero y capitán de aquel equipo. “El míster nos propuso hacerlo, pero sólo con una rodilla. ‘Como los guerreros que se preparan para la batalla’, nos explicó. La idea entusiasmó al vestuario. Decidimos ponerla en práctica contra el Atléti B”, continúa.
Y así fue. Ese 14 de diciembre, ante el conjunto de Koke, De Gea o Domínguez, en Butarque, el Leganés ejecutó su protesta simbólica durante un minuto, el único en el que no pelearon sus héroes hasta llevarse el triunfo, finalmente, por 2-1. Aquella foto fue tan impactante, que Fernández acabó cediendo a las presiones y, 10 días más tarde, vendió el club al actual dueño, Felipe Moreno. Era Nochebuena. El nuevo propietario saldó las deudas esa misma mañana y dio por inaugurada una nueva era. Nadie lo sabía, pero había nacido un Leganés de Primera.
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