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GRUPO D | ROSTOV 0-ATLÉTICO 1

El Huracán Carrasco toma Rostov

El belga, en racha goleadora, marcó el tanto que dio la victoria al Atlético, que se afianza como líder. Los rojiblancos pudieron golear, pero les faltó puntería.

Madrid
El Huracán Carrasco toma Rostov
YURI KOCHETKOVEFE

La última postal de este Atleti soberbio del Cholo llegó anoche mismo, desde Rusia. La letra, la misma: impecable, triunfal. Regresará a España como se fue, avisaba. Más líder, sin rasguño ni derrota, después de haber plantado su bandera en Rostov: terreno nuevo en Champions, otro lugar conquistado por Simeone. Un gol le bastó (otra vez, curioso, como en todos los partidos de esta Champions; lo mínimo para lo máximo). Un gol y una firma: Carrasco.

Es lo que ocurre cuando en tu equipo tienes a un futbolista en estado de gracia: que da igual que enfrente te planten una maraña de piernas, cinco defensas, dos centrales altos como las Torres Petronas, un trivote o un portero estupendo. Da igual porque cuatro días después de tumbar al Granada en el Calderón, el vendaval Carrasco se plantaba en Rostov del Don, Rusia, 3.500 kilómetros hacia arriba en el mapa, para hacer al Atlético aún más líder del Grupo D. Los octavos ya asoman.

Tuvo pronto el portero ruso trabajo. Carrasco dejó claras sus intenciones cuando el reloj todavía no había llegado al 2’: falta en la frontal y el belga que le pide el balón a Gabi y dispara. Dzhanaev despeja sin atrapar y Correa, listo al rechace, cruza demasiado la pelota. Una pena. No mejoraría la puntería el argentino en el resto de la noche. Y eso le atragantaría (algo) el partido al Atlético durante 59 minutos, esos que pasaron entre ese primer zarpazo de Carrasco y el tercero, en el 61’.

Tardaría en llegar el gol del Atleti porque el árbitro, además, no pitaría penalti en un empujón de César Navas a Torres (lo era o, al menos, por la tele, lo pareció) en el 9’ o porque Dzhanaev sacaría una mano de balonmano a otro lanzamiento de Carrasco que iba a la red.

Si el Atleti tenía las ocasiones, el balón, el juego y las intenciones pero no el día de cara a puntería, menos tenía el Rostov: sólo piernas. Y, aunque éstas corrían mucho, en los primeros 45 minutos sólo una vez se atrevieron los rusos a pisar el área de Oblak. Fue Azmoun, en la única vez que se le vio en el partido, con un disparo timidísimo que para Oblak fue como si le lanzaran una pluma: atrapó sin problema, sin necesidad de gesta.

El Atleti, mientras, seguía intentando derribar el muro tocando y combinando, con la bonita partitura que le está saliendo de las botas a todos los buenos que tiene (y que el Cholo junta sobre la hierba): Koke, Carrasco, Griezmann y Torres. Dejarían constancia en el Olimp 2, con una jugada de fútbol al primer toque que comenzó en Griezmann, pasó por cinco jugadores, de lado a lado, y terminaría en un balón de gol de Filipe. Pero se lo envió a Correa y éste lo falló. Escrito está. No tenía el día. Por eso, quizá, fue el primer cambio del Cholo.

Cinco minutos después de que Gameiro pisara el césped, llegaría el tercer zarpazo de Carrasco, el que acabó en la red. Centro de Juanfran en la derecha, Torres intenta rematar pero sólo roza y el balón que se escurre allá donde estaba Carrasco. Latigazo con la izquierda y una confirmación: el vendaval también tomaba Rusia.

De aquí al final no fueron minutos tranquilos para el Atleti. La ventaja de un solo gol nunca te los da, aunque no porque el Rostov amenazara de verdad (sólo una ocasión, de Noboa, fácil para Oblak), sino porque la pelota seguía sin entrar. Y lo intentó Grizi, de cabeza, tras un pase sublime del belga, o Torres, pero al final sólo valió un gol, el de Carrasco. Por eso, su apellido, era la única palabra que podía leerse al dorso de esa postal que anoche enviaba el Atleti desde Rusia. Suficiente.