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LA ENTREVISTA | ÁLVARO POMBO

“Cambiaría mi éxito literario por ser un héroe del fútbol”

Al lado del sabio Pombo el tiempo cobra otro sentido. Despliega sus ideas con la parsimonia y gracia de un artista virtuoso. Se confiesa atlético de nuevo cuño y nos advierte sobre la islamización progresiva del fútbol.

Álvaro Pombo
Álvaro PomboJesús Rubio
AStv

¿Cuánto tiempo hace que no le da una patada a un balón?

—Hace muchos años, a un balón de reglamento de fútbol, uff, desde el colegio, yo creo. Ahora uso balones, pelotas grandes de gimnasia cuatro días por semana, y con ellas juego, aunque patadas, la verdad, les doy pocas.

—¿Qué equipo le sacudió el alma?

—Éramos del Racing de Santander en nuestros años de juventud. Yo fui socio e íbamos al viejo campo del Racing. Luego estuve muchos años fuera de España y se me fue perdiendo la afición. Ahora soy un poco chaquetero y voy con el equipo de mis amigos, he sido del Real Madrid y ahora, creo, que soy del Atlético, colchonero, me gusta mucho el Niño Torres y Simeone me parece un gran personaje.

—¿Qué le inspira el fútbol?

—Tengo un interés teórico. Es precioso ver un buen partido, es un espectáculo impresionante. Lo que no soporto es toda la parafernalia que lo rodea, es insufrible, se habla demasiado y muy mal, y se chilla mucho. No me interesa la pomada. Hay personajes interesantes aunque discutibles, como Mourinho, Valdano y Guardiola. Aquel Barça de Guardiola me interesó mucho porque era un auténtico ballet.

—En la época de Franco no pocos intelectuales disparaban contra el fútbol porque lo consideraban “pan y circo” aún ahora algunos siguen diciéndolo. ¿Qué le parece?

—Estaba mal criticado antes y ahora. ¿Qué pan y circo ni qué leches? Es un entretenimiento muy válido para la gente. Al personal le gusta verlo y seguir a sus héroes. Los chiquillos se emocionan junto a sus padres y se ponen las camisetas de sus ídolos. Eso de pan y circo es una gran bobada.

—¿Es exagerado el dinero que mueve el fútbol y lo que se paga por los futbolistas?

—Eso sí me parece un poco excesivo. Forma parte de una manera perversa de interpretar el capitalismo salvaje. Hay mucha pobreza y desigualdad en el mundo y esto del fútbol aparece como un elemento obsceno. Por ejemplo, los equipos modestos, con bajo presupuesto, no pueden funcionar igual que los grandes, es imposible. No pueden competir de ninguna manera. Ahí es donde entramos en el debate de la estructura del capitalismo. Contemplo la posibilidad de un capitalismo más civilizado, corregido desde dentro por partidos políticos que no estén vendidos. A ver, la fórmula del mundo no puede ser la ansiedad por comprarse unos pantalones vaqueros de marca.

—¿Qué jugador le emocionó más?

—Dejando aparte los de mi época juvenil del Racing, me gustaba mucho la Quinta del Buitre, y Zidane, era pura estética, muy fino el tío. Ahora me interesa su evolución como entrenador y de qué manera va a manejar el vestuario de estrellas que tiene. Me interesa saber qué mano tiene porque ahí está la clave del asunto.

—¿Cuál es el deporte más poético para usted?

—El atletismo, sin duda. La carrera de 1.500, las vallas, aunque reconozco que es un deporte muy individualista, el individuo contra el tiempo. Hombre, el boxeo tiene mucha literatura dentro. Yo practiqué boxeo con Rodolfo Díaz, que era el sparring de Paulino Uzcudun, y escribí una novela sobre su figura.

—¿Por qué cree que a estas alturas sigue siendo tabú la homosexualidad en el fútbol?

—Me parece muy mal que sea tabú un asunto que alguien siente. Hay homosexuales en todos los campos, en el ejército, en la Guardia Civil o en el Ministerio de Hacienda. La homosexualidad es una manera de vivir el amor y es legítima. Eso es tabú porque la gente es muy tonta, pacata. En el caso del fútbol, al ser deporte de masas, éstas no pueden ser convencidas de que los sentimientos son individuales y creadores. Las masas no tienen sentimientos individuales, lo único que pueden hacer es destruirte, pueden ocupar un país, provocar una guerra mundial, por ejemplo. Para las masas, todavía, el concepto de macho reproductor, macho alfa, es primordial. Las masas son ignorantes, y eso no quiere decir que no sean necesarias. Cuando un partido político fracasa es porque no ha conseguido atraer a las masas.

—¿Sigue pensando que España prosperó gracias a Franco?

—Sí, lo pienso. A ver, hizo los pantanos (ríe), el Frente de Juventudes, reconstruyó muchos pueblos. Elola, que era ministro de Franco, junto a José María Cagigal, fundó el INEF, llegamos a tener 2.000 pesetas de renta per cápita. Y, además, contra Franco, mucha gente vivía mejor, muchos que ahora han perdido el relieve, por ejemplo, los socialistas. Hasta Jorge Semprún lo decía, la modernidad llegó con Franco.

—¿En sus reuniones de la Real Academia de la Lengua se habla de fútbol?

—Se habla lo justo, Fernando Lázaro Carreter, era muy aficionado y se detuvo mucho en el lenguaje del fútbol en su serie de El dardo en la palabra. Javier Marías es un madridista irredento, y Arturo Pérez Reverte también tiene pinta de ser del Madrid, aunque con éste tengo más dudas.

—¿Incluiría el fútbol dentro del ámbito de la cultura?

—Yo sí. Aunque hacerlo de modo oficial pierde importancia. El fútbol es un fenómeno cultural, lo que no quiere decir que haya que meterlo entre la burocracia de un ministerio.

—¿Habría cambiado su éxito en la literatura por haber levantado una copa de Europa, por ser un héroe del fútbol?

—Por supuesto. Si lo que me preguntas es si quiero ser Aquiles u Homero, yo te digo que quiero ser Aquiles, está claro. No quiero escribir sobre Aquiles, quiero ser Aquiles, quiero levantar la Copa, otra cosa es que pueda. Quiero ser el héroe aunque no tengo esas condiciones de energía, fuerza, belleza, la alegría y, también, la fatalidad. Escuché a Valdano decir una vez que no había nada más grande como ser un gran jugador de fútbol, y yo le creí porque estoy convencido que lo decía en serio.

—Usted se ha declarado desde siempre puritano, ¿podría explicarlo?

—Soy puritano en el sentido de que hago un elogio de la castidad y del control, con todo lo complicado que es. Todos tenemos un inconsciente que se dispara ante cualquier objeto deseable, sea por la comida, las compras o el sexo. Y no tiene nada que ver con la frustración de ningún impulso natural porque no hay nada natural en el hombre. El hombre es un ser espiritual, y está dotado de una inteligencia que debería sobrar para controlar sus impulsos. Si eres concupiscente, ¿qué harías? ¿echar un polvo continuo con todas las personas que pasan por la calle y te gustan? A eso me refiero, la castidad es control.

—¿Quién cree que es más casto el homosexual o el heterosexual?

—Yo creo que los dos son poco castos en igualdad de condiciones. La castidad es una virtud que no se entiende. La castidad está relacionada con otras virtudes, por ejemplo, el amor, la prudencia y la templanza.

—Confesó que lo gay le parecía hortera y se declaró pregay, ¿qué quería decir?

—Me parece hortera la exageración, la sobreexposición inútil. La lucha por los derechos de los homosexuales fue una lucha en defensa de su dignidad y, por ejemplo, esta romería de San Isidro que tenemos ahora con el Día del Orgullo Gay es infame. Algo pesoista, de una progresía mal entendida, izquierdosita. No se puede ser izquierdosito, hay que ser radical, y ya está. Lo del Orgullo Gay no es ni siquiera escandaloso, da pena.

—Pero aún estamos lejos de que la homosexualidad no siga señalándose con el dedo.

—¡Estarán lejos en África o en otros rincones del mundo donde los ahorcan directamente! ¡En Irán los cuelgan de las grúas! Nosotros, afortunadamente, vivimos en el primer mundo y aquí esas cosas no ocurren. En el caso del fútbol hay algo que sí es preocupante, lo que está avanzando este asunto en los Emiratos Árabes, lo mucho que les está interesando. La progresiva islamización de Europa está en marcha, de eso trata la última novela de Houellebeck, Sumisión, la historia de cómo el Islam se instala en Francia, una invasión silenciosa e imparable. Y el Islam necesita a las masas del fútbol y será su gran arma para dominarnos.

—Usted es primo de Emilio Botín, ¿no le salpicó algo de la herencia?

—Nada de nada. Soy primo carnal, y nada más. Bueno, lo que tuve suyo fue el traje de mi primera comunión. Mi madre y la suya eran hermanas y mi madre no era de gastarse dinero en esas cosas y le pidió el traje de Emilio para mí. Era un traje muy bonito con una gorra en la que estaba inscrito el nombre del Almirante Cervera.

—¿Se gana mucho dinero siendo un autor importante como Álvaro Pombo?

—No, dinero gana Arturo Pérez Reverte. Yo vendo unos 30.000 ejemplares cuando publico un libro pero eso no es importante ni mucho dinero. Vivo con lo justo y suelo cocinar en casa, soy un decente cocinero.

—¿Entre sus temores se encuentra el miedo a morir?

—A morir, no, tengo miedo a la invalidez, a estar impedido y no poderme valer por mí mismo. A la invalidez física y mental.

—¿Cree en la suerte?

—No, lo que pasa es que es verdad que a veces tienes buena suerte y otras veces no. No tengo ninguna explicación para ello. Yo soy un hombre fundamentalmente religioso en el fondo, aunque no confesional. De algún modo creo en la gracia, en eso sí.

—En sus obras destaca el trato a las mujeres, ¿las admira más que a los hombres?

—La mujer es fascinante, creo que las mujeres son las grandes educadoras de los sentimientos. Suelo identificarme con las mujeres maduras, con su locuacidad, y con un tipo de mujer más bien anticuada.

—¿Cuál es su poeta español preferido?

—Entre los grandes poetas españoles sobresale, para mí, Federico García Lorca, siempre vuelvo a él y a Antonio Machado. Son dos grandes poetas. Y entre los prosistas sigo leyendo a José Ortega y Gasset, y ya que estamos en el AS, recomiendo su ensayo El origen deportivo del Estado, el deporte como la gran metáfora.