Míster Ossamah, de refugiado en Siria a frustrado en España
El técnico cumple un año en Getafe sin su mujer ni título. Tras abandonar la guerra, sigue con nómina en CENAFE, pero ya no entrena. Quiso irse a Turquía en busca de su familia.
Hace justo un año, Ossamah Abdul Mohsen llegaba como un ídolo a Getafe tras huir de la guerra en Siria, su país, después de sortear zancadillas vergonzosas que le hicieron famoso y una vez que se cruzó Europa en tren junto a dos de sus hijos: “Muchas gracias a España, estoy en una nube”, dijo abrumado en Atocha. El técnico profesional de 53 años aceptó la propuesta de Miguel Ángel Galán, precandidato a la FEF y director de la escuela CENAFE de entrenadores, para comenzar una nueva vida y continuar con su carrera en los banquillos. Y sigue en el empeño. Aunque con más problemas de los esperados. Ahora está sano y salvo, pero sin curar varias heridas internas.
Ossamah continúa viviendo con dos de sus hijos (Zaid, de 8 años, y Mohammad, de 19) en una casa de 114 metros cuadrados de la calle Madrid. Vio cómo en una semana le dieron el permiso de residencia en tiempo récord. Ha comprobado cómo es el Bernabéu y Vallecas. E incluso qué agradables son Cristiano y Paco. También ríe al ver cómo su hijo pequeño ha aprendido tanto español en el colegio Ortiz Echagüe que le hace de intérprete. Y, lo más importante, mantiene su nómina intacta con un sueldo de 1.121 euros netos al mes gracias a su cargo de comercial en CENAFE y de responsable de las relaciones institucionales con los Países Árabes. Sin embargo, lleva tres años sin ver a su mujer y a su otro hijo (“Zaid llora mucho sin ellos”), la Federación no acepta homologarle su título profesional (entrenó en Primera al Al-Fotuwa) y la desesperación le llegó a deprimir. Dejó las clases de español, no acepta más donativos populares, no ha vuelto a entrenar ni como ayudante tras su paso por el juvenil del Villaverde Boetticher y ha llegado a enfrentarse hasta con Galán. “Me dijiste que traerías a mi mujer aquí, me has engañado”, llegó a reprocharle. Por eso, Ossamah amenazó en enero con irse a Turquía en busca de su familia tras darle un ataque de ansiedad.
“Yo no puedo hacer más”, se consuela Galán. “Me he pegado en la Embajada de Siria para que resuelvan el papeleo, pero el Gobierno está en funciones y no se moja, pese a que le concedieron el reagrupamiento”. Razón no le falta. Exteriores aseguró que tendrían que llegar a España 17.337 refugiados antes de 2017 y, por ahora, van 480. Galán incluso logró darle una carta a Cospedal en un mitin para que se la entregara a Rajoy, pero no ha habido respuesta. “Sólo nos queda la huelga de hambre. Y no lo descarto. Piden papeles imposibles a unos refugiados cuando han tenido que salir corriendo. Me avergüenza ser europeo”.
Ossamah está saliendo de España para dar conferencias, la última en Polonia, tiene ofertas para entrenar en el extranjero y el día 25 inaugurará la escuela de CENAFE en Argelia. Esos viajes le están dando oxígeno. Por eso está mejor. Pero su futuro es incierto. “En diciembre hablaré con Ossamah”, reconoce Galán. “Esto consta de tres fases: acogida, integración y autosuficiencia. No le voy a dejar tirado. Puedo pagarle un sueldo, pero entre eso, los 600 euros del alquiler y la ayuda que mando a su familia salgo a 3.000 euros al mes. Y eso no sé si podré mantenerlo. Debe animarse y entrenar”. Ossamah lo sabe e intenta volver a levantarse. Pero, como hombre culto que es, tiene claras sus prioridades. Lo más importante para él siempre fue el fútbol. Hasta que le faltó su familia: “Sólo quiero volver a abrazarles”, repite cada día.