Waldo: conversaciones de fútbol y 401 goles contra el Alzheimer
AS visita a Waldo, una de las leyendas del Valencia, en la Residencia Ballesol de Burjassot, donde reside gracias a las ayudas de la Asociación de Futbolistas del Valencia. El brasileño padece pérdida de memoria, participa en los talleres que a través de charlas sobre fútbol ayuda a los enfermos de Alzheimer para recordar pasajes de su vida.
De Waldo dicen que era un futbolista rompedor. Celebró 160 goles con el Valencia en 296 partidos, lo que le hace ser el segundo máximo goleador histórico del club (solo superado por los 238 que hizo Mundo). A ellos y a los dos que hizo con Brasil y el que anotó en el Hércules hay que sumarle los 319 goles en 403 encuentros con el Fluminense, cifra aún no superada por ningún otro futbolista. Los más viejos de Mestalla, su casa durante diez años, aún recuerdan sus lanzamientos de falta con ‘folha seca’. Precisos, secos. Pero a Waldo hoy le cuesta recordarlos. Él forma parte de ese 6’3 por cien de los mayores de 60 años a los que por enfermedad les falla la memoria en España. Él sufre Alzheimer.
Un cuadro que cuelga de la pared de su habitación le recuerda cada mañana lo que fue. Es una fotografía de él pugnando por un balón con la camiseta del Valencia. “Fui feliz”, se dice cuando la ve. A sus 83 años (o esa es la edad que se dice que tiene, aunque se rumoreó que llegó a España en 1961 con más años de los que decía el Fluminense que tenía), Waldo es uno de los ocho veteranos blanquinegros a los que la Asociación de Futbolistas del Valencia (AFV), que preside Fernando Giner, ayuda económicamente de forma directa (a otros 12 lo hace dándoles trabajo). Gracias a la aportación de 22.000 euros anuales de la AFV, Waldo reside desde hace unos meses en el centro Ballesol de Burjassot.
Allí Waldo participa en los ‘Talleres de Reminiscencia a través del fútbol’, ideados por la Universidad de Envejecimiento de Barcelona como ayuda a los enfermos de Alzheimer y que cuentan con el apoyo de la AFE y la Federación Española de Asociaciones de Futbolistas (FEAF). En ellos se cuentan historias de fútbol para incentivar a los ancianos a recordar épocas de su vida. Y en ellos se le relata a Waldo la historia del propio Waldo, como si se tratara de la protagonista de la novela de Julia Navarro ‘Dime quién soy’.
AS le visitó junto a Fernando Giner y Ana Heredia, coordinadora de la AFV. “Hoy está un poco rebelde, ha dormido poco y está de carácter torcido... pero se le pasará en cuanto se ponga a hablar de fútbol”, comenta María José Lassalle, directora de Ballesol. Waldo se levanta del sofá en el que hace como que está viendo el informativo y con pasos cortos pero firmes se dirige hacia la terraza donde tendrá lugar la charla. Pese a su edad, sus piernas arqueadas y las señales de guerra que aún conserva en sus rodillas y tobillos le delatan como futbolista. Y las sandalias que lleva agigantan más aún su talla 46 de pie y muestran unas uñas castigadas por las botas de su época y por la infinidad de golpeos a un balón que dieron en su día.
“¿Y el Pelao, que ya no me quiere y por eso no viene?”. Es a su compañero y amigo Vicente Guillot del primero del que habla Waldo. En verdad a Guillot lo tiene casi todo el rato presente en la charla. “Llamarle amigo es poco”, recalca. Waldo ya nos habla con ironía y empatía, confirmando la profecía de María José Lassalle. Porque a Waldo le cambia el gesto cuando empieza a hablar de fútbol. Sonríe. Bromea. Se emociona.
“La cuadrilla”. Salen a conversación los nombres de Pesudo, Héctor Núñez (“con él compartía habitación”), Claramunt (“buen pelotero”), Piquer, Aníbal, Sol y Ribelles. También los de Marindho, Pinheiro o Zair, compañeros suyos en el Fluminense, el otro club de su vida. Habla despacio, casi cuchicheando. Lo hace con un marcado acento brasileño que ni media vida en España le ha quitado. Por momentos se calla y deja la mirada perdida en la pared del fondo, como rebuscando en sus adentros. En su memoria. De repente se pone serio. “Bueno, ¿qué ha pasado, está bien toda la cuadrilla?”. Lo dice como esperando una mala noticia. Repite la pregunta cada poco rato y la enfatiza con un deseo: “Dios quiera que todos vivamos un poquito más”.
Waldo, como el resto de los participantes en los ‘Talleres de Reminiscencia’, está completando el llamado ‘Libro de Vida’. En su caso, la del mito. En sus páginas escriben detalles de su infancia, de su adolescencia, los nombres de personas importantes para ellos, sus objetos más preciados y sus pasiones. Apuntan todo lo que les viene a la memoria en las charlas. Recuerdos que vuelven a ellos a través del fútbol. “Un balón, haber podido enseñar a los niños a jugar al fútbol y el aprecio y respeto eterno que siento de la afición del Valencia”, destaca Waldo.
La charla llega a su fin. Es hora de que Waldo realice ejercicios con objetos de madera para fortalecer dedos y muñeca. Se despide no sin antes decirnos lo que decía a su “cuadrilla” en el vestuario antes de cada partido: “Señores, ésta va a ser una linda batalla”.