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CAFÉ, COPA Y FÚTBOL

Jorge Pardo: “Propondría a Guardiola como seleccionador de España. Sería la bomba”

Desenfunda flauta y saxo en plena calle y una brisa fresca desplaza a lo lejos el bochorno de la mañana veraniega. Jorge Pardo se acerca a Las Estaciones de Juan resignado por el reciente fracaso de España en la Eurocopa de Francia y con el corazón tan flamenco.

Jorge Pardo: “Propondría a Guardiola como seleccionador de España. Sería la bomba”
Felipe Sevillano
AStv

¿Cómo se le quedó el cuerpo tras la eliminación de España de la Eurocopa?

—Me dio mucha rabia, la verdad. Aunque me lo temía no fue agradable. Creo que podríamos haber llegado más lejos.

—¿Qué echó de menos?

—Lo que advertí fue una sensación de parálisis en el juego brutal. Nunca sabes con certeza cuál es la causa, si es por culpa de los tuyos o porque los rivales fueron muy superiores. Lo que ya parece claro es que se ha acabado este ciclo glorioso y llega el momento de renovarse. No hay ninguna selección que aguante el tren de éxitos de la española.

—¿A quién pondría de seleccionador nacional?

—Yo se lo propondría a Guardiola, ¿por qué no? Ahora tiene compromiso con el City, ya sé, pero le haría una oferta. Guardiola entrenador de la Selección española sería la bomba.

—Es muy madridista y esta temporada ha tenido final feliz, ¿se siente más madridista que seguidor de la Selección?

—Hombre, el sentido de pertenencia es muy ancestral y, en mi caso como en el de casi todo el mundo, eres de un equipo porque te lo inspiró tu padre, y eso ya es para siempre. El Madrid es mi equipo y España es mi otro equipo, tengo siempre confianza en mi Madrid y en mi España, luego las cosas saldrán como tengan que salir. Son las dos camisetas que tiene que tener un aficionado a cualquier deporte, la de tu equipo y la de tu selección.

—Se lo decía también porque tanto atléticos como madridistas han tenido una temporada tan emocionalmente intensa que llega la Eurocopa y uno se siente un poco vacío.

—Pues sí, es verdad que después de todo un año y esa final de Milán llegas al verano y a la Eurocopa bastante agotado de sensaciones futbolísticas.

—Pasó la Eurocopa para España y pasaron las elecciones, ¿qué música le pondría a nuestro país vistos los resultados?

—Le pondría la música de la película ‘Psicosis’. Le va el suspense y la intriga a España.

—¿Se pondrá de acuerdo alguien con alguien?

—Los políticos deberían hacer su trabajo. Igual que yo tengo que congeniar y ponerme de acuerdo con el pianista, el guitarrista y el batería para que la cosa salga bien, ellos están obligados a hacer lo mismo para que el país marche. El mensaje ha quedado claro, no hay mayorías absolutas y hay que organizarse, tienen que negociar y bajarse los humos.

—¿Se siente un privilegiado al ser artista y tener la posibilidad de manejar una parcela de libertad a la que no puede acceder el resto de humanos?

—Yo creo que todo el mundo puede acceder a su propia libertad, ni el fútbol, ni la política es la vida real. Es verdad que gracias a mi oficio y a mi experiencia de vida puedo irme por las ramas y tengo algo más de soberanía en lo que respecta a mi viaje de vida.

—Usted siempre ha ido por libre, no da la sensación de que le obsesione el gran éxito.

—Conozco a muchos compañeros que han triunfado y al final no les noto del todo felices porque el éxito también esclaviza. Creo que es más creativo y saludable vivir a la sombra que en el centro de todos los focos. Esa presión de estar arriba acaba afectándote porque no es fácil mantenerse en un nivel alto. Yo me conformo con poder llenar la nevera y pagar mis facturas, eso me da bastante soberanía para decidir no hacer lo que me imponen.

—Como dice Pata Negra, no se muda de barrio por un beso.

—Pues claro, y si viene de mis amigos Raimundo y Rafael Amador, mejor. Raimundo es uno de los nuestros y disfruta con su trabajo y se puede tirar tocando en un sitio tan a gusto hasta las siete de la mañana, hasta que lo echen. Me acuerdo de la gran Carmen Amaya triunfando en el Madison Square Garden de Nueva York y a la salida asando sardinas en su habitación del Waldorf Astoria. Que me echan, pues muy bien, que me echen, me da igual, bajo a la calle y las aso allí.

—¿Un futbolista y un artista tienen en común que su rapto de genialidad no es premeditado?

—Por supuesto, no sales del vestuario o del camerino con las notas exactas que vas a interpretar. Un futbolista inicia una carrera con el balón cosido a sus pies y avanza y va regateando y sorteando dificultades que no estaban escritas. Lo mismo ocurre con la música, y no digamos durante una improvisación. Hay un estado de trance. Y es fundamental la confianza que cada uno tenga en uno mismo y en sus compañeros. Y si sale mal, da igual, seguimos.

—Se crió junto a Camarón y Paco de Lucía, dos genios muy futboleros y madridistas.

—Cuando hacíamos las giras fuera de España Paco siempre proponía al empresario de turno, casi por contrato, organizar un partido de fútbol, y en Brasil, con Chico Buarque como anfitrión, apareció en el equipo rival el gran Sócrates y, claro, eso no valía. Menudos abusones. Yo puedo decir que he jugado contra Sócrates. Cómo imponía ese tío, que figura y que clase. Y nosotros unos birrias. Bueno estuvo un cuarto de hora y se largó, pero ahí queda eso.

—¿Qué ocurría cuando coincidía un concierto con un partido del Madrid, por ejemplo?

—Pues nada, qué vas a hacer, aguantarte y nada más y concentrarte en el concierto. Lo que a veces hacíamos es decirle al conductor del autobús-hotel en el que viajábamos que nos grabara el partido y, tras el concierto, nos sentábamos todos a verlo. Otras veces, si coincidía un buen partido con el sitio donde estábamos nos íbamos al campo a verlo como sucedió en el Mundial de Estados Unidos. Estábamos en Chicago y nos plantamos a ver el España-Bolivia. Cómo le gustaba el fútbol a Paco, madre mía.

—Tanto patearse el mundo, ¿llega a afectarles una sensación de desarraigo?

—Sí. Lo que ocurre es que tanto a nivel humano como artístico siempre estás en tu casa porque tu casa es la música. Compartes todo con tus compañeros y creas tu propio mundo. Yo me río de los de Gran Hermano, esos a nuestro lado son un tebeíllo. Vamos rodando y dando tumbos por ahí con el revoltijo de emociones. Y también hay momentos raros, malos rollos, claro. Y nos peleamos y todo eso, pero son más las veces que pasamos riendo. Y como decía Enrique Morente, amante de la calle y de la vida: “Como fuera de casa en ningún sitio”.

—Los toros tienen pasodobles, ¿qué música le pondría al fútbol?

—Una con mucho ritmo, que es lo que debe tener un buen partido de fútbol. El flamenco es pura pasión por el ritmo y cuando cambia el ritmo vertiginosamente en un partido es como si pusieras la realidad del revés y se creara un mundo nuevo.

—¿Cada futbolista le suena a un género de música distinto?

—Bueno, no soy muy amigo de géneros concretos. Creo que todos los músicos trabajamos con la misma materia prima: el sonido y su ausencia, que es el silencio. En el fútbol podrían intervenir juntos chicos, chicas y gente joven y veterana. Pero bueno, que me pierdo, el otro día estaba pensando que Benzema era puro blues.

—¿Le han preguntado alguna vez qué es usted, músico de jazz, de flamenco, de blues, de rock?

—Pues ahora no caigo (ríe). Yo soy músico y ya está. Lo mismo me junto con Jimmy Hendrix, que con Miles Davis, Jethro Tull, Camarón, Beethoven, Chico Buarque o Paquito de Rivera. Me gusta todo, es así.

—¿Cuáles cree que deben ser son los límites de la fusión?

—Desde no hace mucho se habla de la fusión como si fuera un invento moderno y ha existido durante toda la historia del arte. Antes no había tantas comunicaciones y una música del centro de África tarda 20 años en llegar a Europa, ahora se hace en dos horas. Un tipo que hiciera un viaje largo hace 2.000 años, por ejemplo, andando, en carreta o en burro se iba empapando de todo lo que oliera y escuchara en los sitios por los que pasaba. Eso era fusión.

—¿En nombre de la fusión se han cometido atrocidades?

—Pues sí, sobre todo ha habido perversiones cuando la fusión ocurre en los despachos en vez de ocurrir en el escenario o en el campo de juego. En esos lugares oscuros, los despachos es donde se escribe la infamia por el afán de ganar más pasta. Es cuando al listo de turno se le ocurre juntar a un esquimal con uno del Zaire para ponerles a bailar y cantar flamenco.

—Para fusión un equipo de fútbol en el que danzan negros, chinos, vikingos y flamencos…

—Ese es un buen ejemplo. He tenido la suerte de ser educado en una familia muy modesta, con pocas posibilidades de futuro y económicas pero bajo un manto de libertad auténtica donde no se conocía el significado de la palabra racista. Por ahí pasaban gitanos, moros, negros y de todos los colores. Yo no he vivido ninguna discriminación por nada, ni religión, ni nada de eso.

—¿Con qué tres momentos se quedaría de su carrera?

—Es un compromiso porque seguro que digo uno y luego cuando me esté duchando me acordaré de otro. Pero a ver, sin duda el primero fue cuando tenía 18 años y me crucé con Paco de Lucía una tarde que estábamos grabando con los compañeros del grupo Dolores, Benavent, Pedro Ruy Blas….Y Paco nos invitó a pasar a su estudio a tocar con él. El encuentro con Chick Corea también fue monumental, ¡qué respeto tiene ese hombre al flamenco! Y el tercero, anteayer mismo, presentando en la Suma Flamenca mi última obra: DJINN y todo el auditorio lleno pendiente de conocer qué nuevo potaje se me había ocurrido.

—¿Adónde quiere llegar con ese potaje, como usted dice, de DJINN?

—Quiero llegar al corazón de todo el mundo. Y sobre todo a ese que te dice al final del concierto: mira Jorge, he venido aquí con un amigo y no tenía ni idea de quién eras, pero me ha encantado. Ese es mi piropo favorito. Quiero alcanzar ese corazón limpio que no está mediatizado ni condicionado por nada.

—¿Quién fue el músico que más le conmocionó?

—Camarón de La Isla.

—¿Y el futbolista?

—Butragueño, la música callada del fútbol.