Contra el muro de Conte
Discípulo de Trapattoni y obseso del espíritu de grupo, disimula con tres grandes centrales, Barzagli, Bonucci y Chiellini, la falta de figuras.Sorteo Copa del Rey en directo: cuartos de final
Ningún italiano entró en las listas de 23 precandidatos al Balón de Oro en las dos últimas ediciones. Aquel fútbol que un día gobernó el mundo anda desprovisto de figuras, pero ha dado con el hombre idóneo para manejarse en las estrecheces: Antonio Conte. Italia, que suma más crisis que el teatro, ha desarrollado a lo largo de la historia un instinto de supervivencia único. Puede presumir de que siempre tuvo una vida más que el resto.Y Conte representa como nadie esa militancia contra la derrota. A ese doble blindaje, el de su defensa y el de su ángel de la guarda, se mide hoy España.
Hijo de un presidente de club modesto, Conte llegó al Lecce a cambio de ocho balones. “Nunca creí que fuese a ser un gran jugador, pero siempre supe que entrenaría”, confiesa. Ya lo hacía, en el equipo de su hermano, cuando aún era juvenil. La disciplina que vio en su casa (“Hasta los 21 años no podía llegar más tarde de las 22:30”) es su modo de vida. Ese sacrificio le permitió una larga carrera en la Juve. “Démoslo todo y acabemos los partidos sin nada que reprocharnos”, repite en el vestuario. “Quiere que sus jugadores le sigan. O estás con el equipo o estás contra él”, explica Ancelotti, que le entrenó dos años. En el partido ante Bélgica, Sky le cazó vociferando, tras una pérdida en el centro del campo: “Voy a mataros a todos”. El fútbol ocupa todo su tiempo. “Nunca desconecto. Ni en casa. Menos mal que algunos dicen que la obsesión es un arte. Me gusta ganarlo todo”. A su hija le puso el nombre de Victoria y no fue casual.
Asumió el mando de la selección tras el Mundial de Brasil sin engañar a nadie. Se confesó admirador de Trapattoni, uno de los evangelistas del catenaccio. “Me veo reflejado en Conte. Tiene la misma tensión que yo. No pasaríamos por ingleses”, asegura el veterano técnico.
Conte levantó la selección sobre los cimientos de sus tres centrales en la Juventus, Barzagli, Bonucci y Chiellini, y jubiló a Pirlo, un mito. Juran que pasa horas y horas buscando soluciones en los vídeos (“Prepara los partidos mejor que nadie”, dice Chiellini) y que no tolera los individualismos (“Quien antepone el equipo al yo siempre tiene sitio conmigo”). Pero, al tiempo, es poco invasivo con sus jugadores: “Ellos son responsables de lo que comen, de cuánto descansan o de cuándo hacen el amor. Intervenir en eso sería tratarles como niños”. Cuando fue nombrado, reunió a un grupo de periodistas durante cinco horas para explicarles su plan en una pizarra. “Quería hacerles partícipes de mi trabajo”.
Contra España, y sin Candreva, insistirá en ese trío de centrales que tanto le ha costado atacar a los equipos de Del Bosque. Del Mundial se fue España tras fracasar contra las barreras de tres que le levantaron Holanda y Chile. Pero Barzagli, Bonucci y Chiellini, en otro formato (el último jugó de lateral), ya estuvieron en el 4-0 de la final de 2012. En cualquier caso Conte pondrá alto el listón de la resistencia. Nadie corrió más que Italia en la primera fase (337 kilómetros, 17 más que España).
Del Bosque tocará poco. Cree que el equipo ha refrescado piernas y ánimo, aunque quizá cambie papeles para aprovechar el trabajo de Morata en la izquierda y dejar en punta a Nolito con el propósito de quitarle una referencia a los centrales italianos. El último precedente es un empate en marzo. Desde 1970, España e Italia han jugado 13 veces y, salvó el 4-0 de 2012, todos los partidos se resolvieron por un gol o acabaron en empate. Dispónganse a sufrir, con Alemania en la sala de espera.