Milagro de Brady para Irlanda; Italia sestea con reservas
Un cabezazo del jugador del Norwich en el minuto 85' mete a los irlandeses en octavos. Jugará ante Francia. Conte hizo jugar a todos sus hombres de campo. Italia se despreocupó.
Fugaz conclusión de Irlanda: se clasificó con un gol emotivísimo de Robbie Brady en el 85’ y jugará ante Francia los octavos de final. Un ‘irish’ nunca se rinde. El fútbol británico, tan denostado estos días, mete a sus cuatro selecciones. En tiempo de referéndum en las Islas, sí a la Euro. Luego iremos al partido.
Rapidísimas conclusiones de Italia. Sólo jugaron dos titulares, Barzagli y Bonucci. Su centro del campo, con estos jugadores o con otros, es un espacio inútil y sólo de paso, no de creación, para Conte. La Nazionale cierra la primera fase líder, con dos victorias y una derrota. Tres goles a favor (uno de un pelotazo frontal de Giaccherini, otro de contragolpe de Pellé y uno más de jugada individual de Eder) y uno en contra. Mientras Del Bosque repitió once las tres veces, Conte ha utilizado a todos sus jugadores de campo y 22 de los 23 convocados: todos menos Marchetti. La derrota, al contrario que la de España en Burdeos, no deja efectos colaterales. Nadie en Italia se sorprendió por la misma. La Nazionale ya tenía la cabeza desde anoche en Saint Denis.
El partido tenía dos historias de interés que no debían confluir en ningún punto. Por un lado, y para el interés español, escrutar a Italia, con sólo dos caras que nos cruzaremos en París pero con la misma idea que en los dos primeros partidos. Válida, pues, para que Del Bosque analizase los automatismos del 3-5-2 que Conte ha vuelto a hacer patrimonio azzurro. El otro hilo argumental tenía que ver con la selección del trébol. A Irlanda sólo le valía ganar y, consciente de que su rival sólo se jugaba el honor azzurro, que no es poco, salió a enseñar los tacos. A los 20 segundos, Coleman le hizo una entrada indecente a Di Sciglio y poco después Hendrick se llevó por delante a Florenzi. Dos acciones al límite del reglamento que no amilanaron a Italia, pero sí envalentonaron a los ‘irish’. Hendrick, con un disparo fabuloso con la izquierda desde lejísimos, y Murphy con un remate en el que Sirigu hizo una foto que hubiese firmado Buffon, rozaron el gol.
Italia también se calentó y empezó a jugar subterráneo. Bonucci le sacó el brazo a Long, ya sabe Morata lo que espera con su primo Leonardo más Barzagli y Bonucci, los tres soldados que La Gazzetta caracterizó estos días como los Malditos Bastardos de la película de Tarantino. Antes del descanso, Irlanda pidió un penalti de Bernardeschi, blandísimo el futbolista de la Fiorentina, a McClean. Estuvo en la frontera. El fútbol viró a rudimentario en la segunda parte. Irlanda ya no se cortó y empezó a mandar balones. Frontales o laterales, la pelota fue por los aires.
Hacía falta un milagro y sucedió: el pequeño Insigne, ídolo de Nápoles, mandó al palo un balón que mandaba de vuelta a las Islas a los irlandeses. Poco después, a Hoolahan, uno de los talentos irlandeses, se le encogió la pierna. Solo ante Sirigu, la tiró a las piernas del portero. Pero en lugar de hundirse tuvo una visión. En el minuto 85, cuando Irlanda ya jugaba a todo o nada y Martin O’Neill se desgarraba en el banquillo, Hoolahan agarró la pelota en la posición de volante derecho y vio correr por allí a Brady, su socio del Norwich. Otro canario. Brady marcó y tembló Lille. Una marea verde. Algunos muy jóvenes lloraron. Otros, menos, recordaron aquel disparo de Houghton en Nueva Jersey en el Mundial 94. Otro milagro irlandés. Un irish nunca se rinde.