Turquía apura sus opciones tras ganar a la República Checa
Dos tantos de los turcos acabaron con los checos que se despiden de la Euro. Turquía, ahora, sería la tercera mejor tercera y pasaría a octavos.
No hay selección con tanta tendencia al milagro ni más inclinación por lo divino que Turquía. Su cuota de asombros la gastó esta vez en un último partido en el que necesitaba ganar y a poder ser por más de un gol. Dicho y hecho. Los de Terim, en plena guerra interna por la pelea del seleccionador con los capitanes, incluido Arda, esperarán a que se jueguen los últimos grupos para confirmar que pasan como terceros. Quién lo hubiera dicho.
A nivel futbolístico los turcos juegan a un caos que embauca a sus rivales. La imposibilidad de controlar partidos así la acusó esta vez Chequia, que además es mucho más abierta que otras y desde luego más de lo que lo fue el primer día ante España. Esta vez Terim puso la almohada a Arda y éste se sintió más cómodo. Fuera de la banda, con dos mediocentros por detrás trabajándole, al culé le quedó la misión de inventar cuanto pudo. Fueron pocas veces, porque la realidad es que no está bien, pero diferenciaron el juego ofensivo de Turquía del de otros días.
Además de él, el refresco para el ataque turco lo proporcionó Emre Mor. A sus 18 años, nacido en Dinamarca y sin hablar una palabra con sus compañeros porque no les entiende, de su zurda salió el lenguaje natural que sólo el fútbol permite comunicar a unos con otros. Fue con la derecha, sin embargo, como asistió a Burak Yilmaz en el tempranero gol turco, iniciado en mediocampo con un caramelo en forma de pase largo de Arda.
Tan sorprendentes eran las facilidades defensivas checas como esperadas las posteriores turcas. Con los jugadores fuera de sitio y de ritmo, como quien baila torpemente en su boda, a Turquía le costó horrores aguantar una ventaja que la República Checa mereció abortar. Quien más cerca estuvo de lograrlo fue Sivok, aunque su remate con la calva se estrelló en el palo. Especialmente punzante fue por la derecha Kaderabek. Por ahí rozó otra vez el empate el conjunto de Vrba, penalizado por un Necid que tiene más cuerpo de delantero que nociones propias de delantero.
Pero estos partidos en los que todo se juega a una carta, aquellos a vida o muerte, tienen siempre a Turquía como vencedora. También ocurrió esta vez. La obligación de los checos de marcar o verse fuera sirvió de trampolín para los contragolpes turcos, igual de alocados que el resto de su propuesta. Emre Mor acarició la sentencia en otra extraordinaria cabalgada, ya con muchos metros entre la defensa y Cech, pero fue Tufan el que fusiló al guardameta poco después para cincelar otro milagro turco. Ni los cambios de Vrba ni fragilidad defensiva de su rival permitieron modificar otro choque que demuestra que lo de Turquía, por increíble que parezca, por improbable que resulte, siempre acaba sucediendo.